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Twin Peaks Recap – Episodio 5 – Amo como me amás

Twin Peaks Recap es una columna semanal de Keith Uhlich para  The Notebook  que cubre la nueva temporada de la serie de David Lynch y Mark Frost, Twin Peaks. Agradecemos a Keith Uhlich, Daniel Kasman and Kurt Walker de Mubi por permitirnos traducir este material para seguir esta tradición semanal en castellano desde Las Pistas. Aquí el link original del artículo en inglés.

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Por Keith Uhlich

La imagen clave de la quinta parte del revivido Twin Peaks es la de una mujer en éxtasis. Recuerda el subtítulo que David Lynch, el co-creador y director de la serie, le puso a su espinosa obra maestra en el 2006, Inland Empire: A woman in Trouble (una mujer en problemas). La línea que separa el arrebato de la angustia es muy borrosa, especialmente para las mujeres Lyncheanas, que tienen iguales posibilidades de terminar siendo cadáveres exquisitamente labrados (la ubicua Laura Palmer; la condenada secuaz de la parte 2, Darya) que de ser sobrevivientes hartas del mundo.

Por el momento concentrémonos en Rebecca “Becky” Burnett (Amanda Seyfried), hija de la moza de la cafetería RR, Shelly Johnson (Mädchen Amick), cuyo apellido viene del bueno para nada de su marido, Steven Burnett (Caleb Landry Jones) y oscurece la identidad de su padre. (El ahora amigo de la ley Bobby Briggs—Dana Ashbrook—es el candidato más probable, pero no me sorprendería que Lynch y Frost le dieran una vuelta a ese idea narrativa.) Becky entra al RR promediando el episodio, se acerca a Shelly y le pide,  después de dar algunas vueltas, plata. Vemos y escuchamos todo esto a la distancia, desde la perspectiva de la dueña del local, Norma Jennings (Peggy Lipton)—tres generaciones de mujeres de Twin Peaks interactuando en una especie de organización prismática: El voyeurismo de Norma filtrándose en las preocupaciones maternales de Shelly y terminando en los pequeños ojazos de Becky.

“Si no la ayudás ahora va a ser mucho más difícil ayudarla después”, le dice Norma a Shelly. “Las dos conocemos esa cancioncita, ¿no?” le contesta, invocando a los espectros tanto del abusivo de su ex marido, Leo Johnson (Eric DaRe, quien aparentemente no va a aparecer en esta nueva serie) y de “Big” Ed Hurley (Everett McGill, quien va a aparecer definitivamente), con quien Norma tuvo un romance fallido. Es claro que las dos mujeres pasaron por un torbellino y salieron cansadas y deshechas; Cuando Norma y Shelly pasan sus brazos alrededor de la otra es con la familiaridad de la gente que pasó lo peor y siguió para lidiar con la caída.

Es en ese punto en el que Lynch corta a Becky y Steven en el Thunderbird, en una composición que recuerda a los encuentro clandestinos de Shelly y Bobby en el piloto de la serie original. Esta vez, en cambio, Shelly está adentro mirando hacia fuera (a la sangre de su sangre, ni más ni menos) y la sensación general es la de derrota en lugar de energía. (Bastante esto-pasó-antes-y-va-a-volver-a-pasar) No ayuda que Steven parezca una combinación de los peores aspectos de Leo y Bobby, ni que le ofrece a su joven esposa los restos de la bolsa de cocaína que estuvo inhalando todo el día. Seyfried nunca estuvo tan bien en la pantalla: toma la droga y, lentamente, se vuelve distraída y eufórica. Y es en ese punto en el que Lynch corta a un cenital de Becky que hiela la sangre—acompañado de  I love how you love me” de las Paris Sisters—y lo mantiene, como tantas imágenes de esta nueva serie, mucho más allá del punto de confort en el que se pierde en un júbilo podrido por la droga. Ella es quien es. Sin embargo, Becky es simultáneamente la descendiente trágica de las mujeres lyncheanas pasadas—ciertamente Laura Palmer (cuyo destino, esta escena sugiere, puede llegar a compartir), pero también a la valerosa, impresionantemente ingenua, masticada y escupida por la masculina máquina de Hollywood, Betty/Diane de Mullholland Drive.

Más allá de la abundancia de la acción doppelgangeristica de Dale Cooper, son las mujeres las que más resuenan, de formas tan absurdas como asombrosas. La Constance Talbot de Jane Adams, esa jueza de instrucción que hace una serie de chistes negros cuando se revelan los resultados de su autopsia al cadáver decapitado sin identificar en la primera parte. (También encuentra un anillo de casamiento en el estómago del cadáver que pertenece a la Janey-E Jones de Naomi Watts.) La insistente esposa del Sheriff Truman, Doris (Candy Clark con sus interpretaciones John Waterescas) aparece en la estación de policía de Twin Peaks para gritarle a su marido por la gotera en el techo y el musgo negro que puede aparecer en cualquier momento.

La escena en el Casino Silver Mustang que introduce a dos imponentes pesos pesados, Rodney (Robert Knepper) y Bradley Mitchum (Jim Belushi) que ponen a Burns, el administrador del casino en su lugar más sangriento es más interesante por el trío estoico de chicas de vestido rosa que miran la golpiza desde el costado. Y por primera vez en la serie, la agente del FBI Tammy Preston (Christa Bell) aparece en su escritorio comparando una imagen del joven Dale Cooper con su contraparte malvada y envejecida—vista no como un obsceno objeto de lujuria sino como alguien implacablemente inquisitivo, la “buena agente” que su jefe Gordon Cole (David Lynch) descubrió detrás de ese halo de lascivia a la vieja escuela.

Hablando de vieja escuela pero en una forma nueva y aterrorizante: un psicótico personaje bajo el nombre de Richard Horne (Eamon Farren)—¿quizás el hijo de la Audrey Horne de Sherilyn Fenn?—hace su debut en lo que en un principio parecía ser una escena musical climática en la Roadhouse. (La banda en el escenario es Trouble, liderada por el hijo de Lynch, Riley, y tocando una composición—Snake Eyes—con una furia destructora de sinapsis muy parecida al solo de saxo de Bill Pullman en Carretera Perdida). Al contrario, nos vemos envueltos en otra incómoda secuencia que incluye espantosos maltratos de hombres hacia mujeres cuando Richard maltrata a una chica del Roadhouse llamada Charlotte (Grace Victoria Cox) quien en un principio se vio absorbida por su carisma de chico malo. (Se sabe que es un iconoclasta cuando se lo ve fumando frente a un cartel gigante que dice “Prohibido Fumar”). El hechizo se rompe rápidamente cuando la agarra y le dice “Me voy a reír mientras te cojo, puta.”

Después de un episodio que está repleto de incidentes graciosos (ver más detalles en los ítems del final del texto), este cambio tonal  hacia lo ultra-serio y perturbador—bastante parecido al cambio en Twin Peaks: fire walk with me del cómico agente Chester Desmond hacia la para nada graciosa última semana de Laura Palmer. También deja lugar para una provocativa comparación y contraste con la larguísima escena del segundo episodio en la que Mr. C (Kyle MacLachlan) asesina a Darya (Nicole LaLiberte). Siempre habrá algo cómico en Mr. C. Es más grande que la vida y eso le quita un poco (aunque definitivamente no todo) el timo a sus actos más violentos. También hay algo extraterrestre, por lo menos al principio, en Richard Horne, aunque es mayormente en la forma en la que se ve (esa cara angular a lo Matthew McConaughey bebé) y sus modales calculados (el personaje intenta demasiado parecer “rebelde”). Pero cuando abre la boca y arremete contra Charlotte, su maldad es terrenal y reconocible. Es un Bobby Perú de Corazón Salvaje sin estrellato, por lo que su locura sexista se vuelve más humana y así, más terrorífica. Pero es la cara de Charlotte la que completa el cuento –la apariencia del peligro abyecto (y la inminente condena) tan desmoralizante y vacía que funciona como un complemento frío a la dicha entumecida de Becky Burnett. Esa era la chica.

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MÁS PORCIONES DE TORTA

-En el frente de Mr. C esta semana: aunque el gemelo malvado del Agente Cooper está en la cárcel,  sigue haciendo su buena cantidad de estragos. Finalmente Walden Murphy (James Morrison) le da su llamada telefónica, la cual Mr. C aprovecha para hacer que los sistemas de vigilancia y seguridad de la prisión se vuelvan locos. Mientras Walden y sus colegas se agarran la cabeza, Mr. C dice “la vaca saltó sobre la luna” al receptor. Un continente más allá, en Buenos Aires, Argentina, una cajita negra con luces hace un destello rojo y se desintegra. Esto no es una coincidencia: se trata de la misma caja que vemos al final del episodio (aunque su paradero no está del todo especificado) después de ser llamada por una mujer en pánico que tiene que encargarse de los dos asesinos que esperan a Cooper/Dougie en el Rancho Rosa. Buenos Aires es también el último lugar donde se sabe que estuvo Phillip Jeffries, el colega de Copper que interpretaba David Bowie en Fire walk with me. Si el personaje de Michael J. Anderson fue recreado digitalmente en un árbol eléctrico en la nueva serie no veo por qué no se podría convertir a Ziggy Stardust en un contenedor negro carbón. Tiene sentido.

-El arriba nombrado no es ni siquiera el momento que más miedo da con Mr. C. Ese es el momento en que se mira al espejo de la celda y el fondo de su cara se transforma en la de Killer Bob (el fallecido Frank Silva). “Todavía estás conmigo” dice Mr. C.—un sentimiento alternadamente conmovedor y terrorífico.

-La primera vez que vemos al Steven Burnett de Caleb Landry Jones es durante la desastrosa entrevista de trabajo. Su interlocutor es el antiguo compañero de crimen de Bobby Briggs, Mike Nelson (Gary Hershberger), quien también parece haber dado vuelta la página hacia una una un poco más legal. Increpa a Steven por su currículum poco profesional y lo manda a volar al grito de “¡Qué pelotudo!”. Es bastante claro que ser bueno no le queda muy cómodo a Mike todavía.

-Cooper/Dougie continúa su integración a la sociedad moderna en la compañía de seguros Lucky 7, donde su fabricado doppelganger solía trabajar. Viene siendo interesante observar cómo Lynch y su Director de Fotografía Peter Deming encuentran el horror (¿quizás también la belleza?) en estructuras corporativas como casinos y desarrollos de viviendas serializados. Esta semana fueron las oficinas caras, con su iluminación plana y fluorescente, ascensores repletos y salas de conferencias vidriadas. Entre las abejas obreras que acompañan a Cooper/Dougie está el colega tramposo, Anthony Sinclair (Tom Sizemore, amenazador como siempre) y un viejo jefe, Bushnell Mullins, interpretado por un Don Murray de 87 años cuya carrera cinematográfica se extiende hacia una comedia con Marilyn Monroe, Bus Stop (1956). Entre sus créditos están también Advise & Consent de Otto Preminger (1962) y la cuarta entrega de los monos favoritos de la ciencia ficción, Conquest of the Planet of the Apes (1972). Mi favorito es el póster gigante que revela que Bushnell solía ser boxeador, un gag visual equivalente a esos retratos que, en las películas, adornan la oficina de los hombres ricos.

-Antes de que Janey-E lleve a Cooper/Dougie a la oficina, hay un momento misterioso en el cual él derrama una lágrima después de ver a su “hijo” Sonny Jim, (Pierce Gagnon) en el auto—uno de esos momentos extrañamente hermosos en los cuales Lynch sobresale.

-La bomba que los dos asesinos ponen en el auto de Dougie finalmente estalla en este episodio, pero solamente después de que un segundo grupo de asesinos —aparentemente llamados por la caja negra de Buenos Aires—aparezca. De una forma muy idiota no se dan cuenta de que el auto está por explotar, aunque la escena se trata más del vecinito (Sawyer Shipman) que vive en frente con su madre drogadicta (Hailey Gates), dos personajes que aparecen en la tercera parte. Hay una historia que Lynch siempre cuenta, la de la vecina golpeada y desnuda que se le acercó cuando era chico. (Ese encuentro finalmente tomó forma en Blue Velvet con Dorothy Vallens y la secuencia de “él me llenó de enfermedad”). Esto viene a ser una pequeña variación de esa experiencia formativa, especialmente en la forma en la que Lynch y Deming encuadran el reflejo de la explosión en la cara del chico, eficazmente significando su naturaleza reveladora.

-Otra cara conocida: la amiga prostituta de Dougie, Jade (Nafessa Williams), quien descubre que el distraído dejó en su auto una llave del hotel Great Northern (cuarto 315). La deja en un buzón, así que seguramente recorra su camino hacia el pueblito de Washington al que pertenece.

-Cuando Becky entra al RR, tiene puesto un delantal de un negocio de pan llamado Sweet Loaf. No es el Meals on Wheels, pero el paralelismo con el trabajo de medio tiempo haciendo/distribuyendo comida se mantiene.

-Otra de las asiduas costumbres de Lynch y Frost: Hawk (Michael Horse) y Andy (Harry Goaz) continúan examinando evidencias del caso de Laura Palmer buscando esa pieza perdida. Lynch y Deming filman esto en una toma larga, con un movimiento de cámara lento y sin palabras hasta que Andy pregunta, “Hawk, ¿encontraste algún indio?”. La respuesta de Hawk es triste: “No, Andy”. El subtexto de genocidio es inconfundible.

-El Doctor Jacoby (Russ Tamblyn) y sus palas doradas son lo más gracioso del episodio. Jamás imaginé que el ex terapeuta de Laura Palmer se transformara en el Alex Jones de Twin Peaks. Pero parece que el doctor se volcó de lleno a la cruzada anti-illuminati, transmitiendo un revoltoso programa de radio/YouTube como el “Dr. Amp”. Las palas doradas son sus mercancías, que vende para ayudar a sus radioescuchas a cavar “lejos de la mierda y hacia la verdad”.  Una para la carcajada. Entre su audiencia cuenta con el productor extraordinario de cannabis, Jerry Horne (David Patrick Kelly) y, por primera vez en esta nueva serie, Nadine Hurley (Wendy Robie), con el mismo parche, sonriendo silenciosamente ante cada palabra del Dr. Amp. Su esposo, Big Ed Hurley, debe estar agradecido por el descanso.

-Una escena rápida en el Pentágono (¡!) muestra por primera vez al Coronel Davis (Ernie Hudson, de los Cazafantasmas originales y la serie de HBO, Oz) y su subordinada, Teniente Cynthia Know (Adele René), a quien envían a Buckhorn, Dakota del Sur, a investigar unas huellas digitales que aparecieron en un cadáver NN. Aunque la policía de Buckhorn no tiene idea, Davis y Know saben que esas huellas son las del Mayor Garland Briggs (el fallecido Don S. Davis), padre de Bobby.

-El contacto en el Roadhouse de Richard Horne es el comisario Chad Broxford (John Pirruccello) a quien ya vimos en la parte 4. Parece ocupar la misma posición de mierda que el comisario Cliff Howard (Rick Aiello) en Fire walk with me,  y no me sorprendería que termine con el mismo destino de cabeza llena de plomo. Horne le alcanza una coima en un paquete de cigarrillos Morley, la marca que fumaba El fumador de los X-Files (William B. Davis). ¿Cruce de episodios?

-La parte 5 está dedicada al recientemente fallecido Marv Rosand, el parrillero del RR, Toad.

-A diferencia de los tres episodios anteriores, este no termina con un recital en la Roadhouse sino con un plano de Cooper/Dougie parado fuera del edificio de oficinas, frente a la estatua de un forajido. (La música que se escucha es una cancioncita del disco Windswept de Johnny Jewel). Como muchos objetos que encuentra, la estatua lo ensimisma y parece traerle algún recuerdo de su vida como agente del FBI. Por el momento se queda contemplando, en silencio y sin certezas. No me sorprendería que siga ahí el próximo capítulo.

Traducido por Lucía Salas.

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