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Twin Peaks Recap – Episodio 16: Han llenado de alegría mi corazón

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Twin Peaks Recap es una columna semanal de Keith Uhlich para  The Notebook  que cubre la nueva temporada de la serie de David Lynch y Mark Frost, Twin Peaks. Agradecemos a Keith Uhlich, Daniel Kasman and Kurt Walker de Mubi por permitirnos traducir este material para seguir esta tradición semanal en castellano desde Las Pistas. Aquí el link original del artículo en inglés.

Por Keith Uhlich

“Finalmente”, dice el One-Armed Man, también conocido como Phillip Gerard, cerca de la mitad de la Parte 16 del revivido Twin Peaks de Mark Frost y David Lynch, justo después de que cierto Agente Especial del FBI regrese al mundo de los vivos. Pasaron 13 episodios desde que vimos un trayecto completo de Dale Cooper, aunque ni siquiera ahí era completamente él mismo. (Estar 25 años atrapado en el Black Lodge afecta de manera templada ciertos rasgos de la personalidad.) Ahora, sin embargo, él está al “cien por ciento” (en sus estimativos, al menos), y hay un cierto placer vertiginoso al ver al viejo Cooper y su ánimo de boy-scout tomando el mando otra vez. Pero eso presume que lo que tenemos enfrente es al viejo Cooper y rápidamente se vuelve claro que no sería este el caso.

“Y soy quien soy/Quien fui ya nunca más seré” canta el invitado musical del Roadhouse de esta semana, Edward Louis Severson, también conocido como Eddie Vedder, interpretando su nueva balada “Out of Sand” y resumiendo así el extraño viaje- espiritual-de-dos-décadas-y media de Cooper. Sin embargo, no se trata de una mirada micro sino más bien de una macro, el ethos que nos guía dentro de una serie que podría haberse apoyado en regresos simplones—que nos podría haber dado, de hecho, a ese Dale Cooper de antaño (físicamente conservado pero inútil para lo filosófico) y desarrollarlo simplemente como el motor para los cariñosos recuerdos que tanto los creadores como los fanáticos dictaban. En cambio, Lynch y Frost hicieron del regreso (tal como reza el subtítulo de este revival) de Cooper la espina temática y emocional de la nueva temporada. Y se dieron cuenta de que un regreso hacia el centro propio de uno no es una regresión. El tiempo todavía corre, y moverse hacia dentro no quiere decir que dejas de moverte hacia adelante.

El momento más placentero de la conciencia reencontrada de Cooper, después de su féliz línea de salida del hospital “Yo soy el FBI”, viene cuando reconoce, sin duda alguna, a Sonny Jim Jones como su hijo. Hubiese sido fácil negar todo el arco de Douglas Jones sacando la carta de la amnesia o teniendo a Cooper tan concentrado en su regreso a Twin Peaks a punto tal de que ignorara a las personas que sirvieron como sus estaciones de paso y luces de guía entre los dos mundos. En cambio, en el momento en el que Sonny Jim entra en el cuarto del hospital para encontrar a su padre despierto, Copper le da una torcida sonrisa y lo invita a que se siente junto a él en la cama, invitación que Sonny Jim acepta encantado.

El resto sigue desde ahí. No hay un solo momento de todo su peregrinaje que Cooper no recuerde y considera que es correcto pagarles sus tributos. Se da la mano con su jefe de la compañía de seguros, Bushnell Mullins y dice “No olvidaré su bondad y su decencia.” (Simultáneamente esto funciona como un amoroso, ligeramente velado saludo de Lynch a su primer mentor, el pintor Bushnell Keeler.) Recluta a los hermanos Mitchum, Bradley y Rodney, para que protejan a su familia y lo lleven en avión hacia Twin Peaks, asegurandoles que él sabe muy bien quienes son y que siempre hablará del hecho de que ambos “tienen un corazón de oro”. (La encantadamente mareada Candie que interpreta Amy Shiels apoya la moción de Cooper con un gracioso “Lo tienen. De verdad lo tienen.”) Y justo antes de embarcarse en lo que seguramente será la parte final de este viaje, lleva hacia un costado a Sonny Jim y su “esposa” Janey-E Jones para una despedida llena de lágrimas. “Llenaron mi corazón”, les dice, antes de prometerles (y no es una promesa vacía) que pronto volverá. “Entraré por esa puerta roja y me quedaré en casa para siempre”.

“Quien quiera que seas”, dice Janey-E, “gracias”—la línea más tierna que escuchamos salir de ese personaje al cual Naomi Watts le ha brindado tantísimas facetas. Esas miradas lujuriosas y reverenciales que le hace a Cooper mientras viajan hacia el casino son un momento culminante bastante particular. Aún así, hay algo en su momento de despedida que atañe a un tipo especial de trascendencia, quizás porque se fue armando muy lentamente. Esta es la recompensa hacia la integridad esencial de Copper/Dougie, una epifanía emocional que seguramente tiene mucho de la propia devoción de Lynch a las prácticas religiosas orientales en general y a la meditación trascendental en particular. Vivi tu mejor vida y el universo te responderá con cariño.

Pero también hay un mal dentro de nosotros. O, como en el caso de Cooper, un mal exterior que al que le están pisando los talones. La única aparición demoníaca de Mr. C. esta semana lo muestra en compañía de Richard Horne, junto al que llega a un remoto punto que se corresponde con dos de las tres coordenadas que sus deshonestos subordinados le fueron dando. Mr. C. le da a Richard la tarea de escalar una roca cercana, que es el punto exacto donde la latitud y longitud convergen. Y quien otro que Jerry Horne para estar mirando todo esto desde la distancia, que aparece en esta escena y, todavía drogado, observa a Mr. C. y Richard por el lado inverso de unos binoculares (lo que causa una toma de punto de vista grandiosamente ovalada).

Lynch y Frost disfrutan de esas vistas torcidas, asi como tambien se deleitan en torcer la línea narrativa, llegando a puntos de información reveladora (aunque se trate de los giros más obvios) de manera siempre singular. Richard Horne—hasta ahora construído como un psicótico con cara de bebé en la vena del Frank Booth de Blue Velvet—es abruptamente despachado una vez que alcanza el punto de convergencia de las coordenadas. (Su sombra convulsa, elongada, proyectada sobre las colinas cercanas por las luces de la camioneta de Mr. C. es una de las imágenes más resonantes de Lynch.) Y mientras todavía estamos tambaleando por ese giro de los eventos, además de caer en cuenta de que esto se trataba de una trampa que el doppel-Coop expertamente evitó, Mr. C arroja casualmente el hueso que muchos de los espectadores venían sospechando: “Adiós, hijo mío”—la aparente confirmación, que viene a completar la divulgación dada en la Parte 15, de que Richard es el progenitor de Mr. C. y Audrey Horne.

Oh, Audrey. Los secretos están llegando a su punto final y el de ella es verdaderamente excepcional. Pero antes tenemos que ir marcha atrás y hablar de otro punto enigmático de Peaks—Diane Evans, la confidente diaria de Cooper, que, mientras está sentada en el bar de su hotel en Buckhorn, South Dakota, recibe un texto de Mr. C. que dice: “ : – ) ALL.” Es fácil darse cuenta, por la violencia que suscita en ella el texto, que algo horrible está por suceder. Y Lynch estira perfectamente la tensión mientras Diane le manda al doppel-Coop su propia versión de coordenadas y revisa el revólver que se encuentra en su cartera, dirigiéndose luego lentamente hacia la habitación donde se encuentra Gordon Cole, el jefe del departamento, junto a sus colegas Tammy Preston y Albert Rosenfield.

La larga caminata de Diane (que recuerda a algunos de esos extraños tracking shots acompañados por música de Rammstein en Lost Highway) está musicalizada con una reversión del remix que Lynch hizo a la “American Woman” de Muddy Magnolias, que originalmente habíamos escuchado en la primera aparición de Mr. C en la Parte 1. El peso de la horrible conexión entre los dos personajes es evidente sin que ninguna palabra sea dicha, aunque Diane está a punto de desatar un torrente de confesiones frente a Gordon, Tammy y Albert. Les cuenta que está lista para hablar sobre esa noche, hace muchos años atrás, en la que Cooper fue a verla. “…entró como si nada”, empieza, las primeras palabras de un cautivante monólogo que crece en fervor y terror a medida que va contando acerca de un aparente encuentro amoroso que termina en una violación y en un encuentro sobrenatural en una “vieja estación de servicio” que alteró su vida y que claramente se refiere al “Convenience Store” ocupado por los Woodmen.

Esta secuencia bien podría ser una parte perdida de Inland Empire, en la cual Dern guiaba a los espectadores a través de tres horas de viñetas surrealistas, improvisadas. El armado aquí es más clásico—una actriz interpretando la escena de manera brillante, diciendo sus diálogos frente a la cámara, tan solo con unos pocos cortes a sus tres compañeros de escena para lograr un poco de énfasis. Pero el punto clave es indudablemente de otro mundo ya que cuando Diane saca su revolver Tammy y Albert le disparan y ésta desaparece en el éter. Se materializa de vuelta en el Red Room, sentada frente al One-Armed Man y dándole un último, desafiante “Fuck You” antes de romperse en pedazos de la misma forma en la que lo hizo el Dougie de MacLachlan en la Parte 3. Habiendo sido revelada como otra “tulpa” o “forma supernatural”, la veracidad de su historia se pone en duda. ¿Cuánto de lo que contó Diane fue, para usar una palabra dicha por el One-Armed Man, “manufacturado” (ya sea por Mr. C ó Lynch y Frost) para causar un efecto?

Todos llevan una máscara. Incluso el encanto y esa actitud de siempre-listo que tiene el buen Cooper parece, por momentos, como una simulación, una que solo puede ser resuelta (hacia el verdadero caos de la humanidad) luego de que él se ponga cara a cara con su sensible lado oscuro. Por ahora, es Audrey la que tuvo un momento reflexivo de claridad luego de que ella y su marido Charlie finalmente llegaron al Roadhouse. ¿Es esta la vida real, después de todo? No vayamos tan rápido. Mientras ella y Charlie se sientan en la barra, brindando maliciosamente con sus martinis, el presentador del Roadhouse anuncia el próximo número: “El baile de Audrey”. Los clientes dejan la pista de baile libre y Audrey luce momentáneamente confundida y algo engañada. Entonces una composición familiar de Angelo Badalamenti—esa misma a la que Audrey, ensoñada, bailaba en la serie original—llena el ambiente. De repente es transportada. Cierra sus ojos, se mueve hacia la luz y comienza a moverse al son de la música. Unos gestos aniñados, de jovencita, florecen en su rostro y la cámara se balancea junto a cada uno de sus movimientos. Aun así la edición es fragmentaria, sugiriendo, tal vez, que Audrey está tratando, futilmente, de recapturar un momento de juventud perdida en vez de crear algo completamente nuevo.

Abruptamente, una riña entre dos personas rompe el hechizo. Audrey corre hacia Charlie, lo agarra y le dice “Sacame de acá”. De repente, el Roadhouse se desvanece. Audrey está parada en medio de un cuarto blanco, mirando en el espejo a una versión mucho más desaliñada de ella misma. La electricidad zumba amenazante y su cara aterrorizada aumenta la intensidad.

“Quien fui ya nunca más seré.”

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MÁS PORCIONES DE TORTA

-Mientras Cooper, Janey-E y Sonny Jim se encuentran a salvo en el hospital, en su casa en Lancelot Court hay mucha acción. Los incómodamente íntimos asesinos rednecks Gary y Chantal Hutchens, vestidos de pintores, se encuentran vigilando el lugar y viendo al Agente Especial Randall Headley y a su frecuente chico de los mandados, el Agente Wilson, golpeando en la puerta sin obtener respuesta. Más tarde, los hermanos Mitchum llegan con algo de comida para la heladera. (“Parece un circo”, dice Chantal mientras los hermanos y sus chicas vestidas de rosa apuran la caminata.) Justo cuando la irritación de Chantal va en aumento al enterarse de que le queda una última bolsa de comida chatarra, un vecino, acreditado como “Contador Polaco” y que maneja un auto que dice “Zawaski Accounting. Inc”, se acerca hacia su camioneta y les dice que están tapando su entrada. Gary y Chantal, para nada amables, le dicen al tipo que se vaya, a lo que éste se mete en su auto y comienza a chocarlos. (Sombras de aquella secuencia de furia al volante del Mr. Eddy de Robert Loggia en Lost Highway—Lynch comprende la furia impulsiva mejor que nadie.) Las armas pronto salen de todos lados y los obsesionados por la tortura de los Hutchens encuentran su sangrienta final. La muerte puede ser tan inesperada. Y tan absurda.

-La actriz que interpreta a la doctora que atiende a Cooper se llama Bellina Logan. Ella ya había interpretado a una asistente del Great Northern en el cuarto episodio de la segunda temporada de la serie original, compartiendo algunas escenas con el Benjamin Horne de Richard Beymer.

-Una teoría sobre Audrey, propuesta algo en broma: ¿Podría ser ella la “soñadora” de la que le habla Monica Bellucci a Gordon algunos episodios atrás y podría haber sido todo esto que vimos (esta temporada, y quizás todo lo anterior) el mundo que ella estuvo imaginando? De alguna forma dudo que Twin Peaks haga algo a los St. Elsewhere.

-”Estoy en la comisaría”, dice una Diane perturbaba cerca del cierre de su monólogo, indicando a Gordon, Tammy y Albert acerca de la importancia de los guardianes de la ley de Twin Peaks, que seguramente van a tener un gran rol en el final de dos horas de la próxima semana. Cuesta creer que el fin está cerca. Nos vemos para una última ronda.

Traducido por Lucas Granero

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