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Twin Peaks Recap – Episodio 12: Próxima parada, Wendy’s

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Twin Peaks Recap es una columna semanal de Keith Uhlich para  The Notebook  que cubre la nueva temporada de la serie de David Lynch y Mark Frost, Twin Peaks. Agradecemos a Keith Uhlich, Daniel Kasman and Kurt Walker de Mubi por permitirnos traducir este material para seguir esta tradición semanal en castellano desde Las Pistas. Aquí el link original del artículo en inglés.

Por Keith Uhlich

Es bueno pisar tierra conocida. Tener un momento (esperemos que sea más de uno) en el que el velo se cae y, como dice esa vieja canción, los misterios del amor (y de la vida) se vuelven más claros. La parte 12 del revivido Twin Peaks de Mark Frost y David Lynch abre con una escena de ese tipo, cuando la agente del FBI Tammy Preston es iniciada en el grupo de tareas Blue Rose por sus superiores Albert Rosenfield y Gordon Cole. Las referencias que Albert tira—se dicen cosas como “Proyecto Blue Rose” y se nombra a personas tales como “Chet Desmond”—serán familiares para cualquier obsesivo de Peaks que se haya estudiado toda la serie, la película Fire Walk with Me, o la novela de Frost editada en 2016, The Secret History of Twin Peaks. Pero recuerden que Secret History usó casi la totalidad de su límite de palabras para armar una especie de absorbente historia alternativa del universo de Twin Peaks que involucraba aliens y UFOs, utilizando tan solo sus páginas finales para efectivamente proclamar lo inadecuado de esa narrativa. Explicaciones y respuestas concretas pueden matar algo esencial para la experiencia humana—si uno sabe todo, ¿que nos queda para descubrir, para imaginar?

Eso no quiere decir que tengamos que dejar de buscar soluciones a las “problemáticas abstracciones”, tal como Albert las llama. De hecho, la forma en la que Tammy y sus colegas se ponen cada vez más vertiginosos al hablar de la historia y el propósito del grupo de tareas Blue Rose habla de la emoción y de la importancia de conseguir tales iluminaciones. Pero esas abstracciones todavía permanecen y, a veces, para mantener el balance, tenemos que crearlas. Pero antes de lo que Tammy, Albert y Gordon pueden otorgar a calmar sus frívolas personalidades, deben ponerse a tirar de los hilos que se mueven más allá de los ojos de la aparentemente doble agente Diane Evans. A ella también la integran para, como bien lo dicen ellos, resolver de manera más efectiva el misterio del agente especial Dale Cooper. Pero en realidad se trata más de una  situación del tipo tené-a-tus-enemigos-más-cerca. “¡Hagámoslo” (“Let’s rock!” en el original) dice Diane, dando su consentimiento al plan manipulador del trío (pero, ¿podría saberlo?), repitiendo una frase que fue dicha originalmente por el diminuto Man From Another Planet en la serie original. (Un diálogo que también se ve escrito en cursiva con sangre roja sobre un parabrisas roto en Fire Walks with Me, de la que esta escena samplea una pista musical.) Es justo en este momento en el que te das cuenta de que el grupo se encuentra hablando en lo que sería una especie recreación terrenal del Black Lodge (no una muy exacta, pero lo suficientemente parecida.) ¿Una abstracción de una abstracción?

Por cada momento de claridad surge algo misterioso. Y cualquier sensación de que ahora estamos en algún tipo de círculo narrativo interno se disipa con el correr del episodio. La estructura de esta escena inicial—que se toma una buena cantidad de tiempo en tan solo un tema (el ingreso de Tammy a la sociedad secreta de Gordon y Albert) antes de cambiar sin problemas, aunque, en lo que a cadencia respecta, de manera algo chocante, hacia otros asuntos (engañar a la tramposa Diane)—se verá repetida en varias otras. Cada vez que pensás que tenés controlado lo que estás viendo, Lynch y Frost introducen algún elemento que altera el balance y te obliga a re-calibrar.

Y así es como Sarah Palmer camina por los pasillos de un supermercado, llenando el carrito de vodka, mezclas para Bloody Mary y cigarrillos Salem. Parece una rutina bien gastada. Pero cuando llega a la caja ve que hay charqui de pavo en vez de charqui de vaca. Eso es suficiente para sacarla de sus cabales: “¡Los hombres están viniendo!”, les grita a la cajera y al chico de las bolsas. Sarah se habla así misma para salir de la histeria e irse rápidamente del negocio. Luego, el ayudante del Sheriff Tommy “Hawk” Hill la visita en su casa, donde se nos regalan dos nuevas, desconcertantes vistas del techo bajo el cual (o en el cual) se decía que Killer BOB se escondía. Sarah, mirando al mundo como una sobreviviente arruinada, enfrenta a Hawk de manera correcta, leyendo sus intenciones de ver cómo ella se encuentra tan solo como en una pose (ella ve los hechos que subyacen bajo la fachada.) Un extraño sonido viene “desde la cocina” y Sarah se saca de encima las preocupaciones de Hawk. “Es una maldita y mala historia, ¿no es cierto, Hawk?”, murmura. Enseguida cierra la puerta. Todas las historias juegan en su propio tiempo.

Y así es como el sheriff Frank Truman vista al hotelero Benjamin Horne para informarle acerca del hit-and-run que cometió su nieto Richard Horne y su subsecuente intento de asesinar a la única testigo del accidente, Miriam Sullivan. Pero la secuencia enseguida se transforma en un afectuoso tributo a Harry, el hermano ausente de de Frank, una vez que Ben se centra en la verde llave de la vieja habitación de Cooper, llave que le pide a Frank que sea entregada a su hermano a modo de souvenir (un concreto recordatorio de un momento largamente perdido). Esto lleva a que Ben comience a evocar recuerdos una vez que Frank se va y su secretaria, Beverly Page, entra, acerca de una vieja bicicleta Schwinn que su padre le regaló. “Amaba esa bici”, dice, repitiendolo varias veces como si fuera una mantra melancólico. La memoria puede parece distante (una abstracción), pero las emociones que despierta son tan claras como un cristal.

Y así es como Albert visita a Gordon en su cuarto de hotel para darle información acerca de Diane (un intercambio de mensajes—”¿Las Vegas?; “TODAVÍA NO PREGUNTARON.”—con el doppelganger maléfico de Cooper, Mr.C). Pero debe esperar hasta que una bella mujer francesa, que Gordon conoció en el bar del Hotel, haga su lenta, seductora salida por la puerta (y para que Gordon haga un chiste genial y terrible acerca de “nabos”). La escena está igualmente balanceada entre Gordon, la alegría de la mujer y la irritación de Albert—¿queremos llegar al punto (llegar a los hechos) o quedarnos en ese sublime momento que nos conduce hacia el punto en el que es claro que llegaremos…eventualmente? “¿Sabias, Albert”, pregunta Gordon, “…que hay más de 6000 idiomas hablándose en la tierra al día de hoy?” (unas cuantas de esas lenguas se hablan por si solas en Twin Peaks). Otra curva llega hacia el final de la escena, cuando Gordon nota algo extraño en la expresión de su colega. “Albert”, dice, afectuosamente tocándole el hombro, “a veces me preocupo por vos”. Corte a Albert, al borde las lágrimas.

Y así es como Chantal y Gary “Hutch” Hutchens (Jennifer Jason Leigh y Tim Roth) se llevan puesto al guardia cárcel Dwight Murphy, pero no lo hacen de esa forma prolongada que se intuía algunos episodios atrás. La tortura está fuera de discusión porque chantal tiene “hambre” y acaba de “pasar un Wendy hace poco”. Dos disparos de un rifle con silenciador (uno en la espalda, otro en la cabeza) y el guardián está muerto. Pero entonces su pequeño hijo llega corriendo, más desesperado de lo que se puede esperar. Hay una especie de efecto Kuleshov cuando el editor Duwayne Dunham corta de vuelta a Gary viendo el caos que él desató. Estamos preparándonos para un momento de culpa de conciencia pero rápidamente nos defraudan cuando Gary dice, alegremente, “Próxima parada, Wendy’s” y el dúo emprende su marcha, mientras el chico continúa gritando.

Y así es como el doctor Jacoby se repite a sí mismo. Nadine Hurley, también. El buen doc vendedor de palas doradas (apodado “Dr. Amp”) dice de vuelta el mismo guión (¿y la toma es la misma?—¡meta!), aunque algo abreviado, de su incendiario show online que ya vimos en la Parte 5. Las reacciones de Nadie también  son extrañamente similares a las de ese episodio. Pero…algunas variaciones: “A mi me funciona, Dr. Amp”, dice ella entre sus familiares suspiros heridos. Y Jacoby cierra su discurso con un nuevo ataque hacia los políticos que traicionan a sus constituyentes. “¡El noveno círculo del infierno les dará la bienvenida!”, grita.

Y así es como Audrey Horne hace su regreso. Por lo visto, está habitando ese noveno círculo del infierno, y su audiencia la acompaña. Si la escena de Tammy, Gordon y Albert tenía una graciosa carga de revelación, aquí se duplica la inescrutabilidad y la opacidad de cara de poker. Es fácil comprender que ahora Audrey está felizmente casada con un rico benefactor llamado Charlie quien, además, es un enano (otra abstracción del Red Room en el mundo real). Pero enseguida se dicen nombres que nunca escuchamos—”Billy”; “Tina”; “Paul”; “Chuck”—con total desenvoltura (o más bien toda la desenvoltura que esta escena de diez y minutos y medio permite). Y el evasivo y/o profano juego de superioridades de Audrey y Charlie (“¿Por qué me humillas por hacer mi deber asignado en la vida?”; “Pobre desgraciado de mierda”) se roba todo el show. Aparte del paneo inicial que muestra el cuarto, la escena se compone de los mismo tres planos (un primer plano de Audrey; otro de Charlie; un plano general de Charlie tomado desde atrás de Audrey) que son intercalados de manera desesperante en un excéntrico ritmo. El tiempo parece moverse y detenerse simultáneamente. “A veces los sueños atienden a la verdad”, dice Audrey en un momento, aunque se siente que estamos atrapados en una pesadilla. La distancia va a variar de acuerdo a cuán gratificante encuentres la alienación.

Si tu mente vaga, y tus ojos con ella, capaz notaste el libro (el título algo oscurecido) del escritor inglés T.S. Eliot que se encuentra en el estante detrás de Audrey. En el incompleto drama en prosa de Eliot, Sweeney Agonistes, en la sección titulada “Fragment of an Agon”, el personaje de Sweeney cuenta una historia que comienza diciendo “Sabía que un hombre una vez hizo a una niña en—” (Inland Empire de Lynch da vueltas alrededor de un monólogo que comienza “Había un hombre que una vez conocí…”) Sweeny sigue:

“No sabía si estaba vivo/y la chica muerta/No sabía si la chica estaba viva/y él muerto/No sabía si ambos estaban vivos/o si ambos estaban muertos/Si él estaba vivo entonces el lechero no lo estaba/y el recolector de la renta no lo estaba/Y si ambos estaban vivos entonces él estaba muerto./No había ningún lugar/Para cuando estás solo/Cuando estás solo como si él estaría solo/Sos uno o no sos ninguno/Te repito que no aplica/La muerte o la vida o la vida o la muerte/La muerte es la vida y la vida es la muerte/Tengo que usar esas palabras cuando hablo contigo” (*)

Audrey y Charlie, encerrados en algún tipo de batalla existencial secreta, no tienen nada más que sus palabras. Lo que hace que el final de la secuencia, luego de que Charlie reciba unas noticias terribles por teléfono (la primera línea que se dice en la escena, diez minutos antes: “¡Estoy cansada de esperar que suene el teléfono!”), se vuelva más graciosa y horrorífica. “¿No me vas a decir qué te dijeron?”, pregunta Audrey. Charlie se queda sentado con su cara de piedra, en silencio. El abismo debe ser llenado. “¿¿No me vas a decir qué te dijo??”, grita Audrey, repitiéndose. Silencio.

Y así es como Chromatics regresan al Roadhouse, tocando una canción instrumental llamada “Saturday”, del disco de Johnny Jewel Windswept, editado en 2017, del que varios temas han servido de acompañamiento a muchas de las escenas de la nueva serie. Regresamos a una mesa conocida, aparentemente la misma donde Shelly y sus amigas conversaban acerca de los complicados sentimientos que tiene acerca de Steven, el esposo de su hija Becky. El mismo donde Richard Horne reveló por primera vez al mundo su psicótica personalidad. Y el mismo donde la invitada especial Sky Ferreira se rascaba el sarpullido de su axila. Dos nuevos personajes, Abbie y Natalie, están sentadas ahí, bebiendo Heineken (que mierda) y discutiendo acerca de un críptico triángulo amoroso que involucra a “Angela”, “Clark” y “Mary”.

Estamos de vuelta afuera—no sabemos bien por qué o por quién, aunque la sensación de que Abbie y Natalie saben de lo que hablan nos alcanza. Ellas tienen que usar esas palabras. Nosotros no. Un amigo de ellas, Trick, interpretado por Scott Coffey (uno de los humanoides cabeza de conejo de la absurdista sitcom de Lynch, Rabbits), entra rápidamente con una historia de terror para contarles. Casi muere llegando al Roadhouse cuando un auto lo sacó de la ruta. “Todo lo que vi fueron dos luces”, dice agitadamente, acercándose a describir el incidente que daba inicio a Mulholland Dr. del propio Lynch. Logra calmarse lo más que puede y enseguida se va para comprar una nueva ronda de bebidas. Abbie y Natalie conversan sobre un incidente que puso a Trick bajo arresto domiciliario, “ya dejó todo eso”.

“Ahora es un hombre libre de nuevo”, dice Natalie, sonriendo.

“Un hombre libre”, dice Abbie, sonriendo.

Esta es la obra de un hombre libre.

Sherilyn Fenn in a still from Twin Peaks. Photo: Courtesy of SHOWTIME

MÁS PORCIONES DE TORTA

-La parte 12 esta puntuada por unas escenas muy breves que se compensan muy bien con las más largas: Jerry Horne finalmente logra salir del bosque en el que estuvo perdido una cuarta parte de toda la serie. Carl Rodd tiene un acto de bondad con uno de sus residentes del parque de traileres, Kriscol, quien ha estado vendiendo su sangre para pagar la renta. (“No me gusta que la gente venda su sangre para comer”, dice Carl. “Conserva tu sangre.”) Dougie-Cooper, en la que marca la única aparición de Kyle MacLachlan en este episodio, se ve envuelto en un divertido no-juego de Baseball con su “hijo” Sonny Jim. Y una golpeada Miriam Sullivan aparece recuperándose de sus heridas en una cama de hospital de Twin Peaks.

-Diane pone en una aplicación de mapas las coordenadas que estaban tatuadas en el brazo de la fallecida Ruth Davenport. Corresponden, como era evidente, al pueblo de Twin Peaks. Diría que esto indica algo que hará época aproximándose en el horizonte. Pero ya he aprendido, y este episodio no hace más que recordármelo, que lo mejor es descartar las predicciones (“Ya sabes que no tengo una bola de cristal”) y agarrar los singulares vuelos de Frost y Lynch a medida que van llegando.

-Asi que….¿alguien tiene ganas de ir a Wendy’s?

(*) En inglés, el fragmento dice: “He didn’t know if he was alive/and the girl was dead/He didn’t know if the girl was alive/and he was dead/He didn’t know if they both were alive/or both were dead/If he was alive then the milkman wasn’t/and the rent-collector wasn’t/And if they were alive then he was dead./There wasn’t any joint/There wasn’t any joint/For when you’re alone/When you’re alone like he was alone/You’re either or neither/I tell you again it dont apply/Death or life or life or death/Death is life and life is death/I gotta use words when I talk to you”

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