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Road to Oscars #01 – Kimmy Schmidt nominada

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Room
Lenny Abrahamson, 2015

Por Lucas Granero

Dentro del cuarto

Tal como la tendencia reclama, ya se ha vuelto costumbre en la temporada oscarizable que haya una película, siempre pequeña y algo relegada del circuito de las grandes luces industriales, que vaya ganando su lugar dentro de los pensamientos de los “académicos” encargados de nominar y luego premiar. Esta última instancia, vale aclararlo, viene siendo más bien relegada a estas películas que podríamos denominar, como a ellas bien les gusta, las indies, las que supuestamente se corren de las historias trilladísimas que cuenta el sistema de estudios y de las que éstos deberían aprender. Lo cierto es que los “académicos” saben muy bien a quién llevar a sus mesas y si bien les permiten ser parte de las bromas del conductor de turno ya todos sabemos que, a lo sumo, el único premio que les puede ser dado es el del guión, acaso el único sector de las estatuillas que se jacta de premiar “lo nuevo”, aunque sus implicancias políticamente correctas son más que evidentes. Pensemos, por ejemplo, el año pasado el caso de Boyhood o The Grand Budapest Hotel, dos películas que bien podrían pasar por extraños casos de cine experimental dentro del abanico de atrocidades cinematográficas que fueron parte de la selección del año pasado. Este año, la rareza latió por varias zonas. Películas como The Diary Of A Teenage Girl o 45 Years bien podrían haber accedido a varias nominaciones, pero la primera, quizás por presentar un relato de una adolescente demasiado segura de sí misma y que no teme de sus errores, no llegó a la ronda final y la segunda solo alcanzó a poner a Charlotte Rampling dentro de las actrices nominadas y nada más, quizás porque a nadie le gustan las películas sobre ancianos. Por eso, la que terminó ganando la parada fue Room, película del casi desconocido Lenny Abrahamson, del cual el año pasado se habló algo por haber sido el director de Frank, aquella extraña película en la que Michael Fassbender tenía una gran cabeza cubriéndole el rostro. El caso de Room es más extraño que de costumbre porque ni siquiera tuvo su premiere en un festival de esos a los que los “académicos” han empezado a visitar, como saliendo de su ya inmunda cueva para ver qué rastros de vida había en el exterior, en una actitud similar a la que experimentan los dos protagonistas de esta película, esa madre e hijo que viven en un cuarto aislados de todo vestigio de vida externa, a no ser por una pequeña claraboya por la que ven algo de luz y otro tanto de nubes. ¿Qué pudo haberle interesado a los “académicos” de esta película? En principio, la sordidez de su relato pareciera alejarlos porque resulta que esa mamá y ese hijo no están encerrados porque lo desean sino porque han sido secuestrados. En realidad, el asunto es aún más sórdido porque la que fue secuestrada es ella, quien a los 17 años fue capturada y puesta en cautiverio por su raptor el cual vendría a ser el padre de ese niño llamado Jack quien verdaderamente no conoce nada sobre el mundo de afuera. La primera hora de la película sucede dentro de ese cuarto y nada se cuenta excepto el resumen de cómo es vivir en ese encierro: qué comen, con qué juegan, qué miran en la tele, dónde duermen, cómo se bañan. El niño cree que el afuera no existe, que es todo parte de la televisión, como si se tratara de un espacio en blanco explayado hacía el infinito. Para él, el mundo está hecho de tres personas: él, su mamá, y el viejo Nick, que no es otro que el secuestrador de su madre, quien todos los días abre la puerta para traerles víveres y, bueno, hacer sus quehaceres de secuestrador. Tal la primera mitad de Room. Repito la pregunta: ¿qué tiene de oscarizable esta película?

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Paréntesis (afuera del cuarto)

La mejor serie del año pasado fue Unbreakable Kimmy Schmidt. Si no la vieron, háganlo. Es casi obligatorio para poder entender las formas en las que el pueblo americano en particular pero también la humanidad entera en general actúan (actuamos) frente a la evidencia de lo abyecto. En 2013, Amanda Berry escapó del cautiverio al que había estado sometida desde hace diez años. Junto con otras dos mujeres, había sido sometida durante años por Ariel Castro. Como producto de las violaciones realizadas por su secuestrador, Amanda llegó a tener un hijo que al momento del fin de su calvario tenía 6 años. El caso estuvo en la agenda mediática por años y las víctimas hasta llegaron a conocer al presidente Obama. Al igual que Jack y su mamá, Kimmy Schmidt fue secuestrada por un hombre que proclamaba la llegada del Apocalipsis y para proteger a la Humanidad naciente no solo tuvo en cautiverio por años a ella sino también a otras tres mujeres más. Tina Fey, creadora del show, tomó la idea principal de un famoso vídeo de youtube en el que el relato televisivo de un hombre acerca de cómo salvo Amanda Berry se transformó en viral al ser remixado a través de la lógica del songify this, que reinventa el relato original en forma de canción. El vídeo tuvo más relevancia que el propio hecho que le dio origen. Internet, haciendo lo que mejor saber hacer, tomó un evento de la realidad y lo reconstruyó desde su propio lenguaje, volviéndolo un producto casi autónomo del que no quedan casi vestigios de su fuente original. El caso Amanda Berry se volvió un meme, acaso la síntesis más perfecta del éxito. Fey, que desde 30 Rock en adelante viene estudiando los efectos de la cultura pop en la sociedad, comprendió que allí había una manifestación muy clara de los fenómenos de masividad que rodean cualquier evento hoy en día y desde ahí creó su serie, comandado por un personaje tan extraño como querible que hace de su inocencia en relación al mundo hiperconectado de la actualidad la base de su ritmo cómico. Inteligente hasta en los más mínimos detalles, Unbreakable Kimmy Schmidt es lo suficientemente consciente de lo que retrata como para darle lugar a su propio video viral, uno que hace un remix del remix, y cuyo autor aparece más adelante en la serie reclamando un poco del éxito que se le debe por haber sido el propulsor original de la historia.

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De vuelta al cuarto

Por supuesto que Room y Unbreakable Kimmy Schmidt no comparten mucho más allá del caso real que promueve la existencia de ambos relatos. Sin embargo, creo que si algo hacer funcionar tan bien a la primera parte de la película es que el punto de vista es estrictamente el de Jack, decisión que da como resultado que todo lo que se cuenta esté atravesado por su inocencia y desconocimiento sobre lo que verdaderamente sucede en esas cuatro paredes que son su mundo. Al igual que Kimmy cuando sale al exterior, el estado anímico y mental de Jack es siempre el de un niño que nunca termina de comprender del todo qué es lo que sucede y aún cuando los eventos que lo involucran parezcan exigirle hacerlo crecer de golpe su mejor escudo es siempre mantenerse lejos, casi en un plano de irrealidad constante. Esto por si solo no sería algo bueno pero se potencia porque la película jamás escatima su faceta oscura: todos los hechos del cautiverio son revelados y con ellos las vicisitudes de esa vivencia adentro y que filtrados por la óptica ingenua de Jack se exponen con paradójica visceralidad. Es gracias a Jack que la película puede ser vista.

La relación con su madre dentro de los limites del encierro es en parte también dirigida por esta visión extrañada de Jack que contagia hasta su propia percepción de las cosas. Sin embargo, cuando el relato cambia su rumbo y el mundo exterior se vuelve algo más palpable para ambos, Abrahamson cambia rotundamente de dirección. El aire fresco no parece sentarle bien a la película ya que una vez afuera todo lo ominoso y particular del relato se difumina en algo más cercano al drama de superación familiar que es tan del gusto de los Oscars. Ahí, en esa hora de sobra con la que cuenta Room está todo lo que antes no estaba. Al derribar los muros del encierro, todo lo que latía amenazantemente por aparecer lo hace con una fuerza desgraciadamente destructiva. Abrahamson no hace nada por evitarlo y parece más bien darle la bienvenida: ahí están esas puntuaciones con una música que apabulla y horroriza y que sobre todo subraya lo que antes se intuía. Acude al trazo grueso con llantos, explosiones anímicas, intentos de suicidios y demás eventos que no están del todo fuera de lugar con lo que el relato va construyendo pero si que chocan contra todo el potencial que antes había podido demostrar y que disminuyen algunos pequeños logros, casi siempre relacionados al pequeño Jack y su modo de entender todo lo nuevo que lo rodea a través de una extremadamente sutil atención al uso de sus sentidos, el tacto al tocar un perro, el oído al hablar por teléfono, el dolor de cabeza que trae la primer cucharada de helado y lo que duelen los ojos al mirar bien de frente al inmenso sol. Por supuesto que son tales ataques de exultante actuación evidente (Brie Larson, la mamá, está nominada como mejor actriz) lo que siempre resulta interesante para los académicos, que van tomando exhaustiva lista de todo lo que sí y todo lo que no. Y si antes ese listado no daba más que ausencias, ahora lo rellenan de puros sobresalientes. Al enfocarse plenamente en los intentos de recuperación de la madre y todos los problemas que el regreso a la casa familiar implican, Room hace de ese mundo antes vedado la extraña revelación de un espacio que parece mucho más reducido que el cuarto del horror en el que estaban. Ahí uno entiende qué es lo que la lleva a competir por la estatulla, el interés se cae, uno prende la computadora y busca desesperadamente la versión songify this de todo este asunto.

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