Por Astrid Villanueva Zaldo
Ana Poliak (1962) comenzó a filmar películas al principio de la década de los ochenta, al final de la dictadura militar argentina. Aunque produjo sus largometrajes en los años posteriores al régimen militar, la divulgación de su trabajo no fue sencilla entonces, ni lo fue después. En los pasados días el Festival Punto de Vista exhibió la mayor parte de su trabajo en un foco comisariado por Lucía Salas, titulado La libertad, ¿es posible? El cine de Ana Poliak.
La tarde del jueves se proyectó el cortometraje El eco (1984) seguido de La fe del volcán (2000). La producción de este largometraje se dio a pesar de varias dificultades: en la presentación Ana contó que en un momento pensó devolver el dinero de la beca que le fue otorgada para el desarrollo del guion; el presupuesto era insuficiente porque con él planeaba filmar el documental, no solo escribirlo. Una noche se sentó a la mesa con la intención de redactar una carta que explicaría la devolución. Cerca de las tres de la mañana tenía un escrito que comenzaba así: “Estoy en un piso muy alto rodeada y llena de vacío. Tengo que saltar, lo sé. ¿Pero hacia afuera o hacia adentro?”.
Así comienza la película que continúa con el recuerdo de una inexplicable tristeza sentida por Ana cuando tenía 14 años –transcurría el año 1979 en la Argentina de la dictadura–. El vacío de aquella carta, sumado a la tristeza de Ana adolecente, prologan el documental y se extienden a los paseos de los personajes principales, Ani y Danilo. La película documenta las caminatas y los encuentros entre la joven y el adulto; ella está en el periodo de la pubertad en el que la infancia persiste en la cara, él tiene casi cincuenta años. En su primer encuentro comen sentados en la acera. Además de compartir la comida con Ani, Danilo provoca su risa al representar distintos personajes, habitantes de un edificio de apartamentos que se niegan a contratar sus servicios como afilador. No hay dinero en Buenos Aires, concluye.
Al principio no se sabe cómo o por qué Ani y Danilo se encuentran en las calles y caminan juntos: él lleva su bicicleta de afilador, ella su mochila de aprendiz de peluquería. Transcurren los días, Danilo se convierte en “El Danilo” y Ani se vuelve “La Ani”. La película está hecha para atestiguar el vínculo entre ellos. Pero, si han dejado de ser desconocidos, ¿por qué siguen charlando en las calles? Hacia el final de cada día “El Danilo” tiene un lugar para resguardarse del mundo; por el contrario, “La Ani” es una transeúnte perenne. Durante sus paseos la cámara tiene que dejar de seguirla porque si no habría de caminar junto a ella para siempre. Hay más diferencias: Danilo conoció una Argentina antes de la dictadura, otra durante la dictadura y una después de la dictadura; me parece que ese recorrido le obliga a fundar otra realidad mediante la imaginación y el lenguaje. El mundo que inventa con actuaciones caricaturescas y preguntas sobre el futuro distrae los días de “La Ani”: “¿Qué harás cuando llegues a la península Ibérica?”, le pregunta con acento extranjero frente al Río de la Plata. Ella responde: “¿Lo primerito? Comer”. Ani no conoció el régimen militar pero nació en la Argentina administrada por los funcionarios de la dictadura y por quienes la resistieron; en esa respuesta no entra la imaginación, solo cabe la realidad.
Al finalizar La fe del volcán volví a pensar en El eco, el cortometraje con el que inició la sesión. Esta breve película tiene como único escenario el bajo de un puente para automóviles pero, curiosamente, no se escucha el tráfico que sería propio de un distribuidor vial de esas dimensiones. En El eco no se hace referencia a un tiempo concreto; aún así se entiende que “algo” ha comenzado o que “algo” ha concluido. En ese período excepcional viven una niña y una anciana. En un momento la anciana clava su mirada en los ojos de un gato que sostiene con sus manos en lo alto. Sabemos que ha visto “algo”; con ese saber revelado expulsa a la niña, la echa de la calle, el lugar que habitan. La cámara permanece donde está la anciana, a lo lejos la niña duda, pero finalmente comienza a correr de debajo del puente. Y después de una larguísima caminata por la orilla de la carretera en construcción, “La Ani” de La fe del volcán voltea hacia la cámara, pero ahora estamos junto a la jovencísima mujer sin saber qué hacer.
Algunos asistentes a la proyección, entre quienes se encontraban algunas argentinas, se admiraron de poder ver, finalmente, el cine de Ana Poliak. Este encuentro entre dos viejos desconocidos ocurrió en la Sala 5 de los cines Golem Yamaguchi, al oeste de Pamplona, en el año 2023.