Search

Madness & Women – El ego y todo lo demás en Listen Up Philip

Por Lucas Granero

Philip Lewis Friedman. Repitamos su nombre: Philip Lewis Friedman. Una vez más: Philip Lewis Friedman. Vamos a darle el gusto de decirlo una última vez, total ya sabemos que es lo único que le gusta escuchar: Philip Lewis Friedman. Ahora, que ya lo tenemos endulzado, aprovechemos la oportunidad para decirle que es una de las personas más desagradables que tuvimos el (dis)gusto de conocer y que podrá ser muy talentoso en la escritura pero que como ser humano deja mucho que desear. Asi, entre ese movimiento que va desde la admiración inicial a la decepción absoluta que se pueda tener hacia una persona se mueve la tercer película de Alex Ross Perry, Listen Up Philip (2014), un retrato desolador en torno a la pequeña angustia que aqueja a los que se creen mejores que otros o bien una disección casi antropológica sobre los hábitos y costumbres de esa especie que nunca muestra signos de extinción: el intelectual neoyorquino.

Si hay una virtud que podemos concederle a Philip sin temor a equivocarnos es la de su sinceridad. Una sinceridad que bien puede llevarlo por caminos amargos y que no pocas veces lo inunda de arrepentimientos pero a la que nunca puede escapar. Su naturaleza es verborrágica por antonomasia: no para hablar y cada vez que habla escupe sus venenosas iluminaciones sobre todo aquel que se le ponga en frente. Asi lo conocemos en esa primera escena en que la destruye a su ex novia por haber llegado quince minutos tarde a su almuerzo, acto que tiene como consecuencia negarle el lujo de ser una de las pocas personas que tengan su nuevo libro antes que cualquier otro (y con una dedicación en la primer página, por supuesto) y luego encontrarse con un viejo amigo de la universidad con el que tampoco logra simpatizar y al que termina definiendo (en su cara, por supuesto) como “una combinación de tristes colores”. Todo este raíd de destrucciones sociales termina en el hogar que comparte con su actual pareja, Ashley, fotógrafa profesional a punto de despegar en su carrera, abriendo una botella de champagne para celebrar las batallas ganadas. No tenemos aquí aquella simpatía con la que Woody Allen supo hacer tolerables las neurosis de sus personajes ni mucho menos el cariño con el que Whit Stillman retrata a sus jóvenes burgueses sino una deliberada eliminación de cualquier capa posible de brindar tolerancia hacia el personaje principal, una ausencia de simpatía que Perry logra destacar hábilmente hasta transformarlo, poderosamente, en el fundamental rasgo atractivo de Philip. Se trata de una personaje cuyo odio se vuelve magnético y del cual no podemos dejar de ver con cierto encanto cómo derriba a todos y cada uno de los que tengan la mala suerte de cruzarse en su camino.

vlcsnap-2016-08-11-11h47m00s685

Me gusta pensar que Listen Up Philip se trata más bien de un experimento cuyo fin es probar cuán interesante puede ser una película cuyo personaje principal sea insoportable. ¿Qué tipo de empatía se puede conseguir con el espectador al mostrarle a un tipo con el que es imposible coincidir? No es ésta una tarea fácil pero Perry ya había conseguido algunos logros con su película inmediatamente anterior, The Color Wheel, cuya historia retrataba las peripecias de dos hermanos que no se soportaban ni ellos mismos pero que al final lograban encontrar un espacio para la tolerancia en un desenlace carnal impensado pero acaso la única manera posible para que esos dos se callaran de una buena vez. Aquí no existe ni siquiera la posibilidad de ese silencio incómodo porque las voces se duplican (o se triplican si se tiene en cuenta la voz del narrador omnisciente, a quien parecen pertenecerle todos los personajes) gracias a la aparición de Ike Zimmerman, héroe literario de Philip, quien lo invita a pasar unos días en su refugio lejos de la ciudad con la excusa de encontrar un espacio acorde para la escritura. Este encuentro terminará enfrentando a Philip a su reflejo futuro, aquel fin al que él ansía llegar porque contiene éxitos literarios varios, respeto académico y una vida sin necesidad de verse manchada por el contacto diario con la ajetreada “vida de los comunes” pero que escatima en vida familiar armoniosa y, sobre todo, dejándolo como un vampiro sediento de nueva sangre de la que pueda chupar algo del talento que parece haberse agotado irremediablemente. En esa multiplicación generacional de su personaje, Perry eleva la insatisfacción por encontrar algo de bondad en el mundo literario que pueblan estos escritores al mismo que avanza en su exploración por lo irritante.

vlcsnap-2016-08-11-11h45m46s770

vlcsnap-2016-08-11-11h45m32s726

Esa exploración, sin embargo, encuentra un puerto de calma, un oasis impensado pero que agradecemos, en la figura de las dos mujeres que acompañan el derrotero egocéntrico de los escritores que les tocaron en suerte, sobrevivientes del magma narcisista al que se vieron expuestas. Ashley, novia de Philip, encontrará una sorpresiva calma cuando éste decida dejarla inesperadamente para instalarse en la casa de Zimmerman. Ella aprovechará ese abandono regalado para enfocarse en su incipiente carrera y se tomará muy en serio las vacaciones de Philip haciendo un viaje renovador en la que decide separarse por completo de su novio y completar la ausencia adoptando un gato. Son estos los momentos más luminosos de todo Listen Up Philip, donde no hay nada excepto el rostro de Ashley y las decisiones que va tomando, descubriendo de a poco una soledad novedosa que le estaba nublada por esa nube tóxica llamada Philip. No corre con la misma suerte Melanie, hija de Ike, quien por los lazos sanguíneos que la unen a su padre no puede cortar del todo con él, aunque no pocas veces lo intenta. Su presencia dentro de ese campo minado de egos en los que se transformó su casa trae un poco de aire cuando enfrenta a Philip y a su padre con razonamientos que responden a los de una persona y no a los de alguien que, como ellos, buscan solamente un buen tópico para el próximo libro.

En esa circulación constante de personajes que bien ponen su vida en pausa o bien encuentran el envión necesario para ir hacia nuevos rumbos, Listen Up Philip deja bien en claro el rango de sus afinidades estéticas. Hijo pródigo de esa gran familia de cineastas independientes norteamericanos (Cassavetes, Jarmusch, Anderson), Alex Ross Perry encuentra su espacio en esa cadena de influencias mutuas lejos de la fetichización vacía. El uso de 16mm para la filmación de la película no funciona aquí como un mero capricho estético sino como el material ideal para instalar un cierto clima, un mood particular que oscila entre la melancolía y la furia, entre la nitidez y el rugoso granulado. Perry tampoco parece tener emblemas y si existen algunos cuantos Ike Zimmerman dentro de su vida cinéfila solo aparecen en su cine para verse trastocados sino acaso por completo destruidos. En su primer película, Impolex (2009), se atreve a adaptar a Thomas Pynchon y juega con las convenciones genéricas de la ciencia ficción haciendo habitar en un mismo espacio a un soldado de la Segunda Guerra y un pulpo que habla (!¡). En The Color Wheel (2012) toma la base central de toda comedia dramática de familia disfuncional made in Sundance (Little Miss Sunshine, si) y la lleva a su reverso más denso, por no decir directamente siniestro, mediante un desenlace que eleva la idea de disfuncional a una nueva dimensión. Listen Up Philip puede ser pensada en esa misma lógica de influencia violentada si se la entiende como un acercamiento al territorio de cineastas como Wes Anderson (tomando incluso a uno de sus alter egos más afines, Jason Schwartzman, como protagonista) solo para llevarlo al límite de lo soportable, como si a los personajes tan introspectivos y sensibles de Anderson los pusieran bajo un controlado régimen de electroshocks. Y en su última película hasta el momento, Queen of Earth (2015), se pone el traje del Polanski de Repulsion y el de Bergman en Persona (y al menos los guantes del Robert Altman de 3 Women) y filma una película de cámara repleta de climas ominosos y mujeres al borde de un ataque de nervios.

vlcsnap-2016-08-11-14h07m49s164

vlcsnap-2016-08-11-12h33m32s988

Ponerse en el lugar del otro parece ser una tarea difícil para todo aquel que en esta película tenga el privilegio de dedicarse a las letras. Philip y Zimmerman estruyen todo atisbo de relación en pos de conseguir tan solo uno breves minutos de inspiración. Sus motivos son diversos: a Philip lo moviliza su sed de prestigio, el saberse joven y lo suficientemente talentoso como para sentirse uno en un millón, una persona especial y con toda la potencialidad necesaria como para ser alguien en un futuro no tan lejano. A Zimmerman, en cambio, le preocupa el tiempo y se trata aquí de una preocupación en dosis duplicada porque no solo pesa el tiempo que pasa sino también el que ya pasó y con él la sensación de que ninguno de sus logros tengan valor alguno excepto el de haberlo arrastrado a una vida ermitaña, amarga y fundamentalmente vacía. Este recorte en la vida de Philip del que somos testigos será llamado por el narrador de la película como el momento más bajo de su vida, aquel al que nunca va querer regresar. Se nos informa, también, que tendrá una vida de éxitos, riqueza y reconocimiento. Los primeros planos con los que Perry se obstina en retratarlo no nos dejan ver más allá de su notoria intransigencia pero no quedan dudas de que aún en ese encierro que todo lo acapara estamos viendo a un Philip ambivalente, equívoco y esencialmente humano. Quizás lo más humano que sea en toda su vida.

Y finalmente es ahí, en esos primeros planos que forman un acabado collage de diversos grados de narcisismo y consiguiente frustración donde Listen Up Philip encuentra su verdadero poder al escaparse de esos puntos de vista egocéntricos y hacer posible un entramado que se enfoca tanto en las heridas que sanan como en aquellas nuevas que se abren. El punto de vista de una mujer se titula una de las últimas novelas editadas por Zimmerman, y eso es justamente lo que más interesante vuelve a la película: esas zonas que se fugan del ombliguismo asfixiante de los dos hombres transformándose así en espacios de confort donde ya no hace falta tener que repetir caprichosa y obstinadamente el nombre Philip Lewis Friedman.

vlcsnap-2016-08-11-14h29m34s472

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Recomendados: