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Los prisioneros de la Isla Corona – # 07

Por Patrick Holzapfel y Lucía Salas
Jugend ohne Film se encuentra con La vida útil

Sábado 25 de abril de 2020

Lucia: Si no soy yo mismo, soy feliz. Yo también, querido amigo. ¡Qué embole es estar atrapada dentro de una misma por momentos! Demasiado de eso en esta cuarentena. Todo el día, desde el momento en que sale el sol (o la hora a la que cada quien se despierte) estamos condenados. En los días malos le tengo miedo al inicio del día. En uno de esos días una canción de Rafael Berrio viene flotando desde la computadora de mi pareja. La canción se llama “Amanece”, y comienza: “Amanece… ¿para qué?” Mi mente responde: para nada, para absolutamente nada. 

Pero siempre que escucho la palabra amanece mi mente completa automáticamente: “y ya está con los ojos abiertos”. El principio de cada sección de El limonero real de Juan José Saer. Esas palabras, la imagen de cómo están dispuestas en la página tantas veces, y la pausa entre ellas, es la imagen de la inquietud y el duelo:

Amanece

y ya está con los ojos abiertos

La espera, nada que esperar. Esperar al amanecer. ¿Para qué? Pero la canción, después de preguntar varias veces, sigue: “Hermosa primera pregunta del día”. Jamás se me hubiera ocurrido llamar a esa pregunta hermosa. Y la canción sigue, acá y allá: “No sé para qué amanece”. Amanece. Supongo que lo que es hermoso de la pregunta es que no se sabe, solo sucede. Y si no preguntás, pasa igual.  Me recordó a una escena de Classical Period de Ted Fendt en la que una chica con insomnio va a dar una vuelta antes de irse a dormir y se encuentra con un amigo que se despertó temprano, al amanecer. El sol no ha salido aún, así que la luz es muy tenue y las luces de la calle todavía están encendidas. El día no es más que una posibilidad a esa hora. También al comienzo de Le champignon de Carpathes de Jean-Claude Biette, amanecer en el primer día después de Chernobyl (o el último antes de), del cual Jean-Claude Guiguet escribió: “cuando el cielo y la tierra se confunden”. Otra posibilidad.

Esta semana en Kino Slang hay un programa hecho de Le monde comme il ne vais pas de Jean-Luc Godard y Cela s’appelle l’aurore, de Luis Buñuel. Se llama la aurora

“La película es una adaptación que Buñuel hizo de una gran novela de Emmauel Roblès, quien tomó el título de la última línea de la Electra de Jean Giradoux:

Narciso: ¿Cómo se llama cuando el sol sale, como hoy, y todo ha sido saqueado, todo está devastado, pero aun así puedes respirar el aire, y todo está perdido, la ciudad está ardiendo, los inocentes se matan entre ellos, pero los culpables están en su lecho de muerte en algún rincón del amanecer?

Electra: Pregúntale al mendigo, él sabe.

Mendigo: Tiene un nombre bello, Narciso. Se llama la aurora.”

Como hoy y cada día durante esta cosa vemos que un nuevo día comienza. La destrucción y el terror están ahí. Los mercados están reventando, el día aún es una posibilidad. Como el último plano de la película, cuando está aún oscuro pero se puede adivinar la luz que está al llegar. Solidaridad. 

Rafael Berrio murió hace algunas semanas, vivía en el pueblo donde vivimos pero no lo conocíamos. Tengo la ventana abierta y pongo el disco en donde está la canción, se llama Diarios. Quizás alguno de mis vecinos lo conocía, o fue su amigo. Mañana el sol saldrá una vez más, espero.

Martes 28 de abril de 2020

Patrick:

Una imagen de Sunrise: A Song of Two Humans de F.W. Murnau.

Me vino a la cabeza, como escribiste sobre amaneceres. Siempre que pienso en esa película veo la noche. Veo oscuridad, sombras, luz de luna. Así que mi idea es que el amanecer viene después de la película, es algo por lo que esperar, por lo que pelear, en lo cual creer. Hice una pequeña lista de cómo podrían llamarse las películas siguiendo la estrategia de lo que viene después de la película:

Vida (Vampyr; Carl Theodor Dreyer)

Paz (Van Gogh; Maurice Pialat)

Más arena (Greed; Erich von Stroheim)

Silencio (Mouchette; Robert Bresson)

Silencio es quizás lo de deberíamos poder escuchar después de cada gran obra de arte. 

Nuestro amigo Andy, quien presentó ese gran programa de Godard y Buñuel, observó recientemente en redes sociales que Franz Kafka no escribió una sola entrada en su diario durante el año 1918, cuando la Gripe Española acechaba Europa y a Kafka, que se contagió en octubre. ¿Otra forma de silencio? No obstante Kafka escribió cartas, por ejemplo a su hermana Ottla. Mientras estaba demasiado exhausto como para dejar su cuarto en la casa de sus padres fue testigo de la creación de la república independiente de Checoslovaquia (como resultado del colapso del Imperio Habsurgo). Reiner Stach, un biógrafo de Kafka, observa lo extraño que debe haber sido enfermarse como un ciudadano del imperio de Habsurgo y despertarse ciudadano de la democrática Checoslovaquia. De repente su nombre era František Kafka. También compuso su The Zürau Aphorisms al principio de 1918, mientras vivía con su hermana en Zürau (pasó 8 meses ahí luego de ser diagnosticado con tuberculosis). Es un libro que me gusta mucho:

“Hay un destino pero no un camino hacia allá; lo que llamamos camino es vacilación.

A los cuervos les gusta insistir en que un solo cuervo  es capaz de destruir el paraíso. Esto es indiscutiblemente cierto, pero no quiere decir nada sobre el paraíso, porque el paraíso es solo otra forma de decir: la imposibilidad de los cuervos. 

Un hombre estaba asombrado por la facilidad del camino hacia la eternidad; fue porque lo emprendió cuesta abajo, corriendo. 

Puedes retirarte de los sufrimientos del mundo -esa posibilidad te está abierta y es acorde a tu naturaleza- pero quizás ese retiro es el único sufrimiento que podrías evitar”. 

¿Qué viene después? Es una pregunta que se relaciona mucho con la situación actual, desde luego, pero es también una pregunta que se relaciona con la ficción y el cine. ¿Qué viene después de este plano?¿Qué viene después de esta página? Es una pregunta sobre la que debemos ser curiosos. Una película que vi hace poco fue hecha por otro František, František Vláčil. Uno de sus primeros trabajos, la asombrosa Holubice. Es una especie de cuento de hadas sobre una paloma mensajera que se extravía en el camino entre Bélgica y el Mar Báltico. Esta paloma blanca es tanto una metáfora como una mensajera y una cosa viviente que todos esperan. Viene después. ¿Qué representa, que trae, cómo se siente? Aterriza en Praga, en un complejo de edificios en el cual viven un artista y un niño que, luego de un accidente, prefiere sentarse en una silla de ruedas aunque es capaz de caminar. El niño le dispara a la paloma con un aire comprimido. La hiere gravemente, pero no está muerta. La película muestra el arduo camino hacia la recuperación y la espera sin fin del retorno. Ni el animal ni sus múltiples significados le pertenecen a nadie porque pertenecer es sólo otra forma de decir: la imposibilidad de las palomas. O, para darle a la película otro título: libertad

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