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Los prisioneros de la Isla Corona – # 06

Por Patrick Holzapfel y Lucía Salas
Jugend ohne Film se encuentra con La vida útil

Lunes 20 de abril de 2020 

Lucía: Te preguntás si acercarse significa automáticamente acercarse a la auto-referencia. Tengo un album de fotos para esta cuarentena hecho de imágenes que funcionan como un espejo. Esta es la última, de The Family Jewels:

En la introducción a una colección de sus ensayos llamada Senses of the Subject, Judith Butler escribe: “No siempre sobrecargo a la primera persona con comillas*, pero quiero que sepan que cuando digo ‘yo’ quiero decir vos también, y todos los que vienen a usar el pronombre o hablar en un lenguaje que inflexiona la primera persona en una forma distinta”. Es una cita que leí por primera vez para una clase llamada “La estética de la política”. Lo que la cita describe es una estética de la política a través del uso del pronombre “yo”. Algunas personas usan el “yo” de una forma que está cerca del “nosotros” pero sin asumir tanto, y luego algunas personas solo quieren decir “yo”. Hay una historia de Lucia Berlin llamada “Punto de vista” en la que le pide al lector que imagine una historia de Chéjov escrita en primera persona. Nos daría vergüenza, dice ella, porque somos inseguros. Luego cuenta de la mujer sobre la que escribe, y trata de escribir una presentación del personaje en primera persona, lo cual suena un poco desolador. En realidad, suena como algo que decimos en castellano y que no tiene traducción directa al inglés: vergüenza ajena. Tener vergüenza en lugar de alguien más, solo que decir “en lugar de” suena mucho más amable que la crueldad detrás de la idea de “vergüenza ajena”. Berlin continúa diciendo que en la historia no pasa nada, pero que quiere escribir todo con tal detalle que no haya otra opción que encariñarse con la mujer. También narra a Henrietta, no siempre en tercera persona. Esta mujer inventada tiene hábitos, un trabajo, una casa, cosas que no tiene y quiere; algunas de las cuales son cosas que Berlín tiene, hace o ha visto. Al final de la historia Henrietta escucha un auto acercarse a la cabina telefónica afuera de su casa y se inclina sobre las ventanas para escuchar la música que sale de él. La historia termina con estas líneas: “En el vidrio empañado escribo una palabra. ¿Qué? ¿Mi nombre? ¿El nombre de un hombre? ¿Henrietta? ¿Amor? Lo que sea, lo borro antes que alguien más lo vea”. 

Entre el tiempo de Berlín y el de Butler hubo un cambio de paradigma en cuanto a los usos del “yo” en la escritura y en el cine que produjo un cambio grande en la ficción al que ya estamos acostumbrados. Aún así hay veces que un “yo” perdido por ahí puede darte escalofríos. O, hay muchas formas de estar desnuda, y es todo una cuestión de oficio. En el sentido la estética de la política aplicado a esta cuestión, es como cuando en Judge Priest Will Rogers dice: “The first thing I learned in politics is when to say ain’t”**. 

Hablando de Will Rogers y volviendo al despliegue de riqueza (y salud, que comanda el confinamiento domiciliario), una escena de Doctor Bull de John Ford: el doctor va a revisar a una sirvienta adolescente enferma, Mamie. Es la mañana y Bull estuvo despierto toda la noche atendiendo un parto. Mientras el doctor está en el cuarto, los empleadores ricos de Mamie entran a la casa con comida. El doctor sale del cuarto porque Mamie ha muerto, y luego de un rato los ricos le preguntan por qué no estuvo ahí la noche anterior, que quizás podría haberla salvado. Él disiente; el 30% de la gente con esa enfermedad muere y se necesita fuerza, como la que tienen los empleadores ricos, pero no sus empleados. Mientras se van, ofendidos por sus comentarios, le piden que les mande la cuenta por sus servicios, ya que después de todo Mamie trabajaba para ellos. La respuesta del doctor: trabaja para ustedes, no pueden quedar dudas sobre eso. Me pregunto si la comida de regalo es como las cuarentenas; ayudan, pero para que algo no te mate deberías haber comido bien desde el día en que naciste, entre otras cosas, y la mayoría ya está grandecito. Un patrullero acaba de detenerse en la esquina de mi casa. Los policías salieron, pusieron una canción para niños, bailaron, gritaron algunas cosas con sus parlantes en euskera y se fueron. Ira y vergüenza ajena. 

*Comillas en inglés es scare quotes, literalmente citas de miedo. Ah, el inglés. 

** Ain’t es un uso colloquial, una especie de contracción que significa am not, isn’t o aren’t, una negación, lo cual sería:lo primero que aprendí de política es cuándo hablar así” y no “cuándo decir no hay”. Hay un texto famoso de Gilberto Perez en el cual piensa la estrategia política del uso del lenguaje coloquial del Juez Priest, “Saying ‘Ain’t’ and Playing ‘Dixie’: Rhetoric and Comedy in Judge Priest”.

Martes 21 de abril de 2020

Patrick

– Según un poema tuyo, tu amor más hermoso fue el amor por los espejos. ¿A quién ves en ellos?

– A la otra que soy. (En verdad, tengo cierto miedo de los espejos.) En algunas ocasiones nos reunimos. Casi siempre sucede cuando escribo.

Esto es de una entrevista con Alejandra Pizarnik.

¡ni idea lo que ella estaba diciendo…! hasta que empezó a engañarse… no eran de ella para nada… no era su voz para nada… no debía haber duda… vital ella debía… estaba en el punto… después de tantos esfuerzos… cuando de repente ella sintió… de a poco sintió… moviendo los labios… ¡imaginate…! ¡moviendo los labios!…

Esto es de No yo de Samuel Beckett.

Fue en el terreno de lo moral y en mi propia persona donde aprendí a reconocer la verdadera y primitiva dualidad del hombre. Vi que las dos naturalezas que contenía mi conciencia podía decirse que eran a la vez mías porque yo era radicalmente las dos, y desde muy temprana fecha, aun antes de que mis descubrimientos científicos comenzaran a sugerir la más remota posibilidad de tal milagro, me dediqué a pensar con placer, como quien acaricia un sueño, en la separación de esos dos elementos.

Esto es de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.

Creo que tengo que defender la primera persona como una persona que conocés mejor que yo. Como no escribo en mi lengua materna*** (un idioma en el cual el uso de la primera persona, por ejemplo en la crítica de cine, es una especie de tabú), mi primera persona acá (y en otro lugar, en cualquier lugar para ser precisos) es como un espejo distorsionado, una colección de ideas que pierdo entre mi espejo y mi mal uso del lenguaje. Así que mi primera persona es alguien a quien no conozco, es simplemente una imposibilidad (como si no hubiera ya demasiadas imposibilidades). Aún así, decidí que tiene que ser un yo quien defienda la primera persona hoy. No soy ni un teórico ni un historiador del lenguaje; nosotros (otra forma de decir yo) podemos decir que soy un usuario, ya que usuario parece ser una palabra común que puede aplicarse a casi todo, una palabra que no significa nada sin la pregunta de ¿qué usas? Gracias por preguntar, uso el yo. ¿Por qué uso el yo? Creo que es porque quiero asegurarme de que no sea nadie más y además porque quiero poder cometer errores, ser incierto, ser débil. No puedo pedirte a vos, o a nosotros, o a ellos que se equivoquen, que sean yo, que se pierdan entre un espejo y un mal uso del lenguaje. Pero Yo [I] no soy yo [me] tampoco. No es ni siquiera mi punto-de-vista. Yo es alguien (prefiero que yo sea un alguien en vez de un algo) sentado entre-medio, en el medio, construyendo un puente. Llamemos a Yo un traductor. Un traductor para lo que no podría decir o escribir. Como todo traductor, Yo tiene que trabajar mucho para que quede bien. Yo podría cometer errores, Yo podría consultar un diccionario y luego moverse libremente, buscar palabras que son una aproximación (ya que aproximaciones son, si no me equivoco, lo que Alejandra Pizarnik decía que era su poesía.) Yo nunca está realmente allí, Yo solo quiere ser, Yo trata de existir, Yo es una aproximación a la vida, a estar vivo, a ser yo mismo. En el mejor de los casos soy possible por una oración o dos y después sos vos, o ellos, o nadie los que quedan con la piel de gallina. 

Si no soy yo mismo, soy feliz. 

La primera secuencia de Dr. Jekyll and Mr. Hyde de Ruben Mamoulian es una traducción perfecta de esta imposibilidad al medio del cine. La cámara toma el punto de vista del Dr. Jekyll (que como nosotros/yo sabemos, no es el ser humano más estable cuando se trata de ser en primera persona solamente) mientras camina por su casa, se encuentra con su mayordomo y va hacia la universidad. En un momento decisivo mira hacia el espejo (aún sin distorsionar), en el cual ve el rostro de Frederic March, extrañamente desplazado, como si no fuese realmente él; un rostro distante, un rostro que le pertenece tanto al Yo de la cámara como al ojo de la cámara/el otro. Es en estos primeros momentos de la película que la historia entera, el horror y la belleza fascinantes de ser en primera persona es revelado en toda su complejidad. 

*** El intercambio original sucede en inglés, pero la lengua materna de Holzapfel es el alemán. 

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