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Los prisioneros de la Isla Corona – # 03

Por Patrick Holzapfel y Lucía Salas
Jugend ohne Film se encuentra con La vida útil

Miercoles 1 de abril de 2020

Patrick: Las hermosas nubes que me enviaste me hacen pensar en tres cosas al mismo tiempo: vello púbico, Robert Walser y las caderas de John Wayne. 

João César Monteiro tiene que ser una compañía para estos días. Siempre lo es. Recuerdo leer una entrevista que se hizo a sí mismo donde habla de su película Sophia de Mello Breyner Andresen como una prueba de la imposibilidad de filmar la poesía. En un poema Sophia habla de cuán volátiles son las imágenes. Dice que estamos desnudos frente a cosas vivas y se pregunta si existe alguna presencia que pueda satisfacer nuestra eterna ansia. Esas ideas siempre reverberan en mi pecho. Mirando las nubes de Monteiro, se me ocurre que no solo estamos mirando hacia las nubes, sino que estamos viendo en la nube. Todas estas películas que están ahora saliendo de la oscuridad digital como yuyos, todas esas ofertas, todas estas películas que pueden descargarse, reproducirse. Tengo que salir corriendo por mi jardín digital con una azada gritando: “¡Basta! ¡Basta! No puedo ver nada. ¡Solo veo una gran nube!”. Dudo que estas sean las imágenes volátiles de las que hablaba Sophia. Esto es una inflación, fuegos artificiales sin sentido, en el que la oferta excede la demanda innumerables veces. ¿Quién carajo va a ver todas esas películas? ¿Es este el ansia del cine (o su cultura) en tiempos de su no-existencia? ¿Es la tarea del cine estar ahí para nosotros, como pretenden hacernos creer en todos lados, que estamos ahí para el cine si continuamos viendo películas (¿qué películas?) en esta o aquella plataforma? No me refiero a las películas que buscamos, me refiero a esas de las que no nos podemos esconder. A veces me pregunto si no deberíamos simplemente soñar con las películas que no podemos ver ahora. Por ejemplo, me encantaría que me cuentes sobre una película que no podría ver en el futuro cercano. El mundo (cultural) del cine está bajo amenaza (lo ha estado desde que tengo memoria) y puedo entender ciertas reacciones e ideas. Es una lucha por sobrevivir, no es momento para debates ontológicos. Aun así, la velocidad con la que se han presentado soluciones, y cómo pudimos leer la forma en que la crisis demanda ciertas reacciones me resulta una farsa. La respuesta a por qué esta o aquella institución, festival o sala de cine, muestra películas parece ser tan solo “porque si no mostramos películas, no existimos”. ¿No debería ser al revés? La razón detrás de mostrar películas online es, en la mayoría de los casos, no es la solidaridad sino un mercado digital que estaba listo para ser lo que es ahora incluso antes de que llegara la pandemia. Entiendo que esto puede sonar un poco cínico, ya que hay gente detrás de este trabajo y su bienestar depende de estas cosas. Yo tampoco tengo mucho derecho para hablar ya que también necesito que un festival suceda para tener suficiente dinero. Es absurdo y a la vez lo digo. Camus escribió en sus diarios que la gente a la vez llora y desea eso por lo cual es humillada. Él lo llama el gran misterio de la humanidad.

Pienso en la famosa apreciación de Monteiro, que sos más pobre si no vas al cine. Pienso que esto es un comienzo, admitir que ahora somos más pobres en vez de caer en todo tipo de euforias cinéfilas, utopías, distopías y mensajes sobre cuán importantes somos. El cine puede ser una venda para nuestras heridas, nos puede ayudar, nos puede hacer más ricos cuando somos más pobres. El resto es el cine como esclavo, y me resulta inquietantemente gracioso que sean los que ponen todo online quienes al mismo tiempo declaran que ahora es el momento de repensar algunas ideas sobre vivir. Espero que nadie crea realmente en estas utopías online en las que se conversa en plataformas corporativas vigiladas por el gobierno. Un buen ejemplo del verdadero tipo de ayuda y venda que el arte y la cultura pueden ofrecer es Let Our Voices Be Heard, Too, de Krsto Papić. Un pequeño tesoro de la ex-Yugoslavia sobre radios piratas en el campo. Muestra el amor y la resistencia que involucran compartir conocimientos y placeres. Hacia el final de la película vemos cómo los equipos de la radio son secuestrados por las autoridades. La cámara panea sobre los cables y las máquinas y de repente la radio se parece mucho a una bomba. Hay una diferencia entre los yuyos y las bombas. Creo que sé qué metáfora sobre el cine hubiese preferido Monteiro. Pero solo puedo adivinar, claro. 

Domingo 5 de abril de 2020

Lucía: Esa imagen tuya en el jardín digital, gritando con una azada en la mano, abrió esta pestaña en mi navegador mental:

El joven Wittgenstein abrumado en la película de Derek Jarman. El hecho de que la mayoría de las cosas que existen alrededor del cine están ahí solo para mantenerse a sí mismas y tienen poco que ver con el cine no es noticia para ninguno de los dos. Quizás la noticia sea que esto no es tan inevitable como solíamos creer, ahora que su permanencia en el futuro puede que no sea automática, y de hecho puede que no sea. Estoy en desacuerdo con una cosa: sí creo que no hay mejor momento para ser ontológicos, por lo menos para los no-esenciales. Lo que abandono son las conclusiones solitarias. 

También estoy abrumada, azada en mano, en la nube. Pero, hablando de piratas, en el cine es lo que soy (y sospecho que vos también). Hace poco leía a un compañero pirata hacer una broma sobre cómo ahora todos estaban descargando o reproduciendo películas que nosotros habíamos bajado ilegalmente hace años. Esa nube lleva tiempo ahí, pero ahora es un poco más visible y ha tomado la extraña forma de un mandato. Antes era una nube secreta, una nube susurrada, una nube del boca en boca. Así que, en este mundo virtual cada vez más contaminado, me quedo con mis compañeros los piratas, ahora un poco más a la luz, e intento ver en qué andan. Lo que quiero decir es que, para no seguir mi constante impulso de tirarme por la ventana (el cual sería poco efectivo, vivo en un primer piso), estoy ignorando todo lo que no venga organizado por alguna forma de pensamiento o comunidad. Coincido en que somos más pobres ahora (de todas las formas posibles) pero hay un poco de vida por ahí. Sociedades y clubes emergen en distintas plataformas, formas de ver y discutir colectivamente. No es lo mismo que coincidir en el mismo espacio físico, lo cual es fundamental, irremplazable y lo que más quiero. Pero de todo esto he aprendido que, al contrario de lo que venía pensando en mis momentos más cínicos pre-pandemia, la necesidad de estar cerca de las películas y de las personas con las cuales una quiere discutirlas, amigos y extraños, sigue siendo esencial. 

Esta es mi forma de agradecerte por tus piratas de la radio, Let Our Voices Be Heard, Too, de Papić, de quien jamás había oído hablar y quien hizo que mi cuarentena valiera un poco más. La idea con la que termina, que las cosas que amás no pueden ser destruidas, es perfecta para el día de hoy. Esto me hizo volver a dos películas acerca de radios, Radio Belén, de Gianfranco Annichini, y Sip’ohi, el lugar del manduré, de Sebastián Lingiardi. Radio Belén está filmada en el barrio Belén de Iquitos, al que llaman la Venecia del Amazonas, ya que está construido sobre el agua. Sip’ohi se filmó en Sauzalito, una pequeña ciudad del noroeste argentino, en el Chaco, y es sobre una estación de radio wichí. Estas dos películas están construidas alrededor de la importancia que tienen las estaciones de radio en sus comunidades, concentrándose en la cantidad de detalles con que cubren las necesidades de la vida diaria (anunciar celebraciones, traer noticias, narrar historias, entretener) mientras que piensan acerca de cómo estas comunicaciones tienen un rango muy corto, cuyo límite es la propia comunidad. En Radio Belén el corto alcance de las ondas radiales contrasta con las imágenes tomadas en el lugar, que muestran la precariedad de la vida en Iquitos, la cual viajará con la película. Pero en ambas hay una idea o dos sobre cómo, incluso si este corto rango puede parecer una amenaza a la permanencia de las culturas a las que pertenecen, esta opacidad puede funcionar como una forma de protección. ¿Contra qué? En Sip’ohi dos personajes tienen una conversación junto al río sobre la naturaleza oral de la cultura wichí y la complejidad de compartir fuera de la comunidad, especialmente con la población blanca, a través de grabaciones, traducciones y transcripciones. Se preguntan qué es reconocimiento. Su problema hasta ahora ha sido que la gente fue, tomó la información y jamás regresó, dejándolos sin nada. La película es del 2011, un momento en el cual por lo menos en el mundo hispanohablante del cine, hibridación era la palabra clave de la práctica documental. La respuesta de la película a su tiempo y al problema del personaje es que la verdadera potencia política de la hibridación no está solo en mirar hacia adentro de las convenciones del cine y el yo para difuminarlos o re-escribirlos, sino también en pensar con otros en vez de sobre otros. Y este pensamiento colectivo (con gente, lugares y tiempos) crearía una forma propia. 

No tengo una película que no puedas ver para pasarte pero tengo un recuerdo, que es similar. Crecí en una ciudad chica ubicada en un territorio dispersamente poblado en el cual mucha gente vive lejos de una ciudad, un poblado o cualquier tipo de agrupación de casas. Así que cada noche las radios locales tienen un programa llamado “Mensaje al poblador rural” en el cual pasan mensajes. La mayoría eran sobre viajes, cosechas y temporadas de esquila. Son incontables las veces que, de chica, escuché que alguien llegaría a la estación el martes a las 9 de la mañana y me pregunté, al llegar el martes, si los habían pasado a buscar. 

Vi algunas películas más de Papić después de tus piratas. Te mando unas imágenes de Halo München, filmado en Zagora. Dice al principio de la película que ese área fue siempre conocida como la tierra de las rocas y los pobres, y que mucha gente se iba de ahí. En esta escena todos se juntan alrededor del cartero para recibir su correspondencia, cartas de todas partes del mundo. De una amiga encerrada en un país ajeno a otro:

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