Crimen a las 3 – Una película de valores desiguales

Luis Saslavsky, uno de los cineastas centrales del cine clásico argentino, empezó a relacionarse con el cine desde las páginas del diario La Nación como crítico. Su formación intelectual no es la de la calle y el tango, sino que proviene de las altas esferas de la cultura porteña: sabe inglés y francés y conoce la literatura de esos países al dedillo. Luego de un tiempo, el diario lo quiso salvar del burnout enviándolo como cronista a Hollywood, donde entrevistó, entre otros, a Josef von Sternberg, Marlene Dietrich y Joan Crawford. Allí forjó el mito de que era “el argentino que trabajó en Hollywood” a partir de algunas asesorías para películas filmadas en Estados Unidos emplazadas (ficcionalmente) en Argentina. Al volver formó SIFAL, una compañía productora, con capitales familiares, y dirigió su ópera prima, Crimen a las 3.
Como en toda primera película, es probable que Saslavsky haya tratado de poner todas sus ideas, obsesiones e incluso experiencias, pero desgraciadamente, nunca lo podremos saber porque la película está perdida desde hace años. Solo nos quedan algunas imágenes promocionales y lo más importante y excéntrico, la crítica que el propio Saslavsky hizo sobre la película en la revista Sur. Es un caso muy particular en la historia del cine argentino: un cineasta juzgando su obra de manera descarnada, en tercera persona, con una distancia un poco irónica pero que revela el dolor y el sufrimiento del cineasta al verla consumada, constatando la distancia entre la idea y la materia, entre las intenciones y el resultado
. A continuación, el texto completo:

Hay seres que han de actuar siempre en reacción o en polémica. Incapaces de un gesto que no haya sido provocado por el gesto de otro ser y de hacer surgir, independiente de las actitudes exteriores, una actitud arrancada a algo profundo dentro de ellos mismos.

Luis Saslavsky es uno de ellos, y su película hecha en reacción a las llamadas »películas nacionales», mejor dicho, a los defectos de las »películas nacionales», incurre entonces en otros defectos absolutamente contrarios a. los de éstas, pero si no igualmente graves, por lo menos de la misma intensidad. Su película no existe independientemente – ésta es su debilidad-. Existe en función de la »película nacional» (todos sabemos lo que este término significa). Existe en función polémica.

Desde las primeras escenas se ve el deseo de hacer algo absolutamente contrario a la »película nacional». Donde ésta dice: blanco, Luis Saslavsky dice: negro, y donde dice: negro, Luis Saslavsky dice : blanco, o a veces colorado. Así entonces como una placa fotográfica se parece a la fotografía, es la fotografía misma, siendo absolutamente lo contrario, la producción de Luis Saslavsky, siendo absolutamente lo contrario de la »película nacional» acaba por parecérsele.

En reacción al excesivo (falso o verdadero) color local de la  “película nacional» -gauchos, chinas, compadritos, »minas» y cocaína -Luis Saslavsky sitúa la acción de su película en un país anodino, lo que desvitaliza sus personajes y su historia.

En reacción contra la teatralidad y amaneramiento de los intérpretes del cine nacional, Luis Saslavsky hace hablar a sus personajes con una contención que se convierte al poco tiempo en monotonía. En reacción a los diálogos simplísimos, a la inexistencia absoluta de algo que pueda llamarse diálogos del cine nacional, Luis Saslavsky ha elegido un diálogo complicado lleno de intenciones y sub-intenciones, tan denso al final, que lo vuelca naturalmente en el teatro; así es, como huyendo del teatro por un lado, cae en él de pleno por el otro.

En reacción a la pobreza de argumento de la » película nacional» Luis Saslavsky ha elegido, no un argumento, sino cuatro, o cinco, o seis en una sola película. Como en esos almacenes norteamericanos en los que se puede comprar absolutamente todo -elementos románticos, trozos de comedias de salón, canciones populares, pedazos de música clásica, crímenes, intriga policial, etc.- pero como en los almacenes americanos, todo se torna barato.

En reacción a los decorados “realistas» del cinematógrafo nacional Luis Saslavsky ha ideado decorados »estilizados» y su película tiene por momentos aspectos de teatro de cámara, filmado.

Pero, felizmente para. Luis Saslavsky, muchos elementos lo han traicionado durante su trabajo. Apenas ha salido a filmar un exterior en el puerto de Buenos Aires, pese al cuidado que ha puesto en crear un puerto no identificable, el puerto y Buenos Aires, más fuertes que él, se han instalado allí, como un soplo de aire fresco en una pieza encerrada. Desde entonces aunque él no lo quiera, la acción transcurre en Buenos Aires, y cubre de ridículo ese extraordinario juicio oral, y ese extraordinario procedimiento judicial que hace decir con razón a los espectadores irónicos: “Esto no existe en Buenos Aires».

Por una imposición de índole comercial Luis Saslavsky tuvo que introducir un tango cantado en un cafetín. Esta escena accesoria, intercalada contra su voluntad, se convierte en el momento de más emoción del film. Uno de los pocos en esta película en que el espectador cree hallarse ante la vida misma. Poco importa lo trivial, lo gastado y lo artificioso que significa una mujer cantando junto a un piano en un cafetín, poco importa su terrible sabor a » película nacional», algo vital entra bruscamente en la película, algo vital que proviene seguramente de la autenticidad de esta escena, porque, pese a Luis Saslavsky, el tango es algo auténtico y sólo lo auténtico puede reproducir la vida misma.

Como el puerto, como el tango, también los intérpretes han traicionado a veces a Luis Saslavsky. Sin sospecharlo, entre palabras siempre medidas para no caer en la declamación, y actitudes siempre frenadas para no caer en lo teatral, han hallado por razones ajenas a la película, y gracias a una exteriorización física de su propia personalidad o de su propio problema, un camino directo al público. Cataruza, por algo innato, racial y profundamente popular que posee; María Nils, por su mirada suave, sus actitudes siempre Tacilantes; Blanca de Castejón, por su lucha contra los gestos del »standard» americano.

Y finalmente el propio Luis Saslavsky se ha traicionado varias veces durante la filmación, olvidando algunos instantes de su actitud polémica, o subordinándola, felizmente, al deseo de captar una imagen o una entonación, ha realizado dos o tres momentos, logrados en su película. Fuera de esto a nadie puede sorprender que haya conseguido además algunos efectos fotográficos de buen gusto, algún interior decorativo, y cierto nivel superior.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *