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BAFICI 2016 (5) – Inmortal / Implantación

Por Matías L. Marra

La primer película que vi en el BAFICI fue Inmortal de Homer Etminani, una película colombiana que forma parte de la competencia latinoamericana. Primero vemos unas imágenes de un enfrentamiento entre militares y otro grupo que no vemos pero que intuimos es uno guerrillero. Luego vemos a una chica que recibe un llamado de un hombre que encontró en el mar un cuerpo y que podría ser el de su novio muerto en combate.

Es una película mala y que rápidamente quedará en mi olvido, pero me sirve para pensar algunas cosas. En el cine industrial de nuestra región los personajes a los que les pasan cosas de películas son de clases medias altas y altas. Toda la peripecia de la acción trabaja su verosímil justificando que los personajes tienen dinero. En el cine no-industrial, históricamente el gesto viene siendo el contrario: hacer protagonistas a personas “comunes” que les pasan cosas “comunes”. Después de años de discusión sobre los vicios del cine clásico se fueron experimentando nuevas formas de mirar, ya que se trabaja en torno a la hipótesis de que las formas tradicionales no sirven para representar a las clases populares.

Este movimiento formal fue totalmente revolucionario en tanto cambió aquello que debía ser cambiado. Pero llegamos a un 2016 en que lejos de la experimentación en la forma, se empieza a cristalizar un modo de acercarse a las clases populares desde la representación. Inmortal tiene todas estas características: hay no-actores, hay una narrativa donde el argumento no es lo principal, hay personajes no-ricos y de clases populares, hay planos largos, hay híbrido ficción-no ficción, hay registros del rodaje. Creo que todas estas características están muy lejos de esa primera voluntad transformadora. La distancia ya no es un posicionamiento político que aporta claridad en la mirada, sino una decisión que aparece como una obediencia a normas preestablecidas de que así se debe filmar a grupos de estas características. Al final, de tan modernos que quieren ser, terminan siendo los más conservadores. (Hablo en plural porque esto es una tendencia en el cine de nuestra región).

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Es distinto el caso del documental Implantación, de Sol Bolloqui, Fermín Acosta y Lucía Salas, filmado en Lugano 1 y 2. En Implantación no hay distancia sino que por el contrario construyen un relato sobre distintas formas de habitar un barrio desde un lazo muy afectivo. Todas las situaciones que muestran las “pasaron por el corazón” y se nota. Espero que el lector no me juzgue por este giro progre de lector de Galeano, pero en días en que hasta se impulsa un golpe de estado en la región, la posibilidad de seguir acumulando capital simbólico no debe ser despreciada.

Una de las características más relevantes de la película es que en casi todo lo que vemos no hay una persona sola sino que hay varias. Los “new age” y los anti-materialistas dicen que el sujeto actual no puede encontrarse con los demás porque está muy metido en sí mismo y que por alguna falta espiritual es imposible la comunicación. No estoy de acuerdo. Es cierto que algunas lógicas del capitalismo nos hacen más individualistas, pero ahí está Implantación como una prueba de la resistencia inconciente que sigue caracterizando a las clases populares. En Implantación las personas se encuentran y vemos que incluso la pasan bien. El momento de la fiesta popular en el club es genial: lo que podía ser el registro de una fiesta social, termina funcionando como la potencia de la comunidad. El único momento en soledad que recuerdo es el del Chueco con Eco, el rapero que hace la canción del final que está buenísima, en el que expone justamente su tesis sobre la comunicación y el encuentro.

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Aunque ya sé que el cine es una construcción, que es artificio, que hay manipulación y todo eso, sigo pensando que hay verdades en el cine. Capaz lo de pedazo en bruto de realidad era exagerado, pero qué lindo pensar en que la verdad relativa que tiene cada uno puede llevarse a una imagen. Pienso ahora en los besos y abrazos a la niña que cumple siete años, en que son tan de verdad que no puede volver a decirse algo negativo sobre la humanidad sin hacer la salvedad de que en Implantación las cosas no son tan así.

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