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SSIFF 2023 (03) – Día tres: L’Île, de Damien Manivel

Nicolás Auger sobre la nueva película de Damien Manivel, un loop de cariño que se disuelve entre olas, como un eco involuntario de la Virginia Woolf de ayer (But when we sit together, close,’ said Bernard, ‘we melt into each other with phrases. We are edged with mist. We make an unsubstantial territory.’) .

Por Nicolás Auger

Era la última fiesta del verano, la última noche antes de irme a Montreal, con mis amigos, Olga, Damoh, Ninon, Céleste, Jules, y mi hermano, Youn.

Como olas del mar, las palabras de Rosa vienen y van monótonamente sobre la superficie de la última película de Damien Manivel, L’Île, que este año compite en la sección Zabaltegi-Tabakalera. La historia del film deviene en el rincón de una playa al que Rosa, adolescente de 18 años, y sus amigos acuden con frecuencia y al que llaman «la isla». El apodo hace justicia al lenguaje con que la película enfrenta el espacio y el tiempo, puesto que parece que la despedida entre Rosa y sus amigos, evento central de la película, sucediera hace muchos años y en un archipiélago muy lejano, del que sin embargo Rosa no puede escapar. No es la primera vez que en un film de Manivel las emociones de un protagonista distorsionan la narrativa de una historia que parecía anodina en un principio. Por ejemplo, en Le parc (2016), cuando un chico decide no volver a ver a su enamorada tras un bello paseo por un parque, la protagonista empieza a andar hacia atrás como si la película estuviera rebobinándose, pues su tristeza es tal que moverse hacia adelante se le vuelve imposible. De manera parecida, lo que a priori solo parece una despedida entre adolescentes se vuelve una meditación sobre un adiós que nunca se completa. La película integra los ensayos con los actores y la preparación del rodaje, alternando continuamente entre ensayo y realidad, como si en esa alternancia intentara revisar exhaustivamente cada gesto y cada palabra que se dijo aquella noche. ¿No se parece a lo que se hace cuando estás volviendo a casa tras una fiesta memorable? Se recuerdan desordenadamente los eventos, ya sea aquel chico cuya cara se iluminó con la luz del cigarrillo, ya sea aquella broma que quizás le resultó incómoda a alguien. Del mismo modo, incapaz de desprenderse del pasado, Rosa retrocede y avanza sobre su propia narración. De la noche al atardecer; de las últimas palabras a Ninon a las últimas a Céleste; de la playa a la sala de ensayo. Así la película nos muestra los ensayos como oportunidades para volver sobre lo acontecido, o preparar lo que acontecerá; y la realidad, como algo incompleto e inasible, que en vano nos esforzamos en alcanzar con la memoria. En su plasticidad, el film de Manivel recuerda a canciones como On a faraway Beach, de Brian Eno, o Summer on a solitary beach, de Franco Batiatto, donde ya sea mediante una monotonía melódica y rítmica, o un lento crescendo que culmina al final del tema, la música intenta imitar la evocación de un recuerdo que tuvo en alguna playa del pasado. L’Île es también una imitación de esa isla en la memoria de Rosa, formada por el dolor de alejarse de sus amigos.

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