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Mar del Plata 2017 (08) – Cocote

Por Lautaro Garcia Candela

Estamos contentos y cansados: ayer se estrenó el corto de nuestro amigo Nicolás Zukerfeld, Y ahora elogiemos las películas, un homenaje en clave cotidiana a Manny Farber. Debe tener el extraño mérito de ser el único corto en la historia del cine en el que se lea una crítica casi completa y aún así se integra de manera armónica al relato de esas pequeñas tareas correspondientes directa o indirectamente al arte. Otro dato: el protagonista es Lucas Granero, así que si quieren conocer sus dotes actorales, ya saben. Algunos hablaron de Jerry Lewis. Luego quedó opacado porque los siguientes tenían una dudosa conciencia de género y generó varios debates luego de la proyección. Se escucharon algunas cosas que mejor no reproducir.

Venía un poco mareado porque antes había visto Cocote, una película del dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias, un director bastante trotamundos que estudió artes visuales y también cine en la FUC. No muchas veces me pasa en un festival que mi apreciación de una película vaya variando según el interlocutor con el que la discuto: eso sucede porque Cocote es polimorfa, avanza a una velocidad difícil de mensurar y en el camino deja de pensar algunos problemas en función de algunos golpes de efecto. Tiene adentro algunas de las discusiones más intrínsecas del cine contemporáneo. Diciéndolo de una manera menos pretenciosa, deberíamos verla todos, cineastas, críticos, etcétera, para entender el juego implícito que deben jugar las películas para obtener cierto reconocimiento.

Cocote narra las vacaciones de Alberto, que le pide unos días a la familia rica para la cual trabaja y vuelve al barrio natal a velar a su padre, asesinado por una mafia que tiene complicidad con la policía. Y se pelea con sus hermanas, que están en una especie de secta macumbera: él es evangelista, o testigo de Jehová (una religión mucho menos intensa y convencional). Ellas quieren vengar a su padre, él es más reticente a la idea. Para poder hacer esa especie de sinopsis que hice tuve que agarrar el facón y quitar todas la malezas que cubren el real corazón de la historia. Otros menos valientes podrían abandonar antes.

Lo farragoso de la película responde a una cuestión muy básica de distancia con sus personajes. En los primeros minutos Cocote tiene una variedad de planos excepcional: siempre vemos planos generales o primerísimos primeros planos, con iluminaciones afectadas y radicales. Después veremos videos de YouTube, la televisión, planos en blanco y negro, en distintos formatos, movimientos de cámara circulares. Toda una batería de recursos que colocan una especie de velo por encima de los personajes en el que todas sus acciones aparecen mediadas, o menos importantes, que el propio procedimiento que los muestra. Es verdad que justamente eso es lo que posiciona a Arias como un director de una inventiva visual admirable, pero a la vez lo distancia de lo que narra. Se vuelve una cuestión casi poser.

Cuando la película es más virtuosa y más refinada, paradójicamente, se vuelve más folklórica: se ocupa de ilustrar etnográficamente una comunidad a través de retratos inmóviles. Digo inmóviles aunque los personajes se la pasan moviendo y gritando pero no implican decisiones reales en las que se juegue el porvenir de lo que vemos. En cambio, cuando un plano está en función de la acción -planos medios o americanos, parece una obviedad lo que digo- el mundo ficcional alcanza plenitud y los personajes se vuelven dueños de sus posibilidades. La película los pone a prueba, los desafía, los engrandece.

El talento de Arias es evidente, como el de Kiro Russo y algunos otros cineastas sudamericanos que están en su misma situación, exitosos en los festivales europeos mostrando su propia aldea. Sin querer ser su psicoanalista (aunque si me quiere pagar estoy disponible), se puede homologar su problema al de Alberto, el protagonista. Llega a su pueblo con algo más de cultura encima, se viste diferente y sus hermanas se lo hacen pagar. Es el más criterioso de todos y aún así tiene que vengarse por mandato familiar del asesino de su padre. Los dos caminos posibles parecen excluirse: la comodidad del exterior sirviendo a sus jefes o ganarse el respeto de su barrio llegando al margen de la legalidad. La película hacia el final termina encontrando una suerte de síntesis, en claroscuros que acentúan el suspenso y una venganza que se consuma en la sombra. La acción y la elipsis se resuelven en los últimos dos encuadres de la película, haciendo correspondientes ambos mundos. En la pelea subterránea entre las dos películas (la sincera e intensa de un lado; la afectada visualmente por la otra), termina ganando la buena en el último minuto.

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