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Correspondencia #2 – Unas cartas desordenadas – Sobre Hill of Freedom

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Por Lucas Granero

1.

Merano-Untermais Pensión Ottoburg

Estimada Frau Milena:

Acaba de cesar una lluvia que se prolongó por espacio de dos días y una noche. Es probable que sólo se haya detenido por un rato, pero de todas maneras es un acontecimiento digno de ser celebrado. Y eso es lo que estoy haciendo al escribirle. Sin embargo, hasta la lluvia era soportable, porque aquí uno está en el extranjero, extranjero sólo en cierta medida, pero con todo hace bien al corazón. Si mi impresión fue correcta (un pequeño encuentro aislado, semimudo, parecería ser inagotable en el recuerdo), usted también disfrutaba de la sensación de ser extranjera en Viena, aunque más tarde las circunstancias generales hayan ensombrecido ese placer. Pero ¿no disfrutó usted de lo desconocido como tal? (Cosa que, dicho sea de paso, puede ser un mal síntoma, un síntoma que no debería presentarse.)

Yo lo paso bastante bien aquí. Difícilmente pueda el cuerpo mortal soportar más cuidados. El balcón de mi pieza está inmerso en un jardín rodeado, desbordado de arbustos en flor (la vegetación es muy curiosa aquí: con una temperatura que en Praga casi congelaría los charcos, ante mi balcón comienzan a abrirse las flores) y expuesto por completo al sol (mejor dicho, a un cielo densamente nublado, desde hace casi una semana). Me visitan lagartijas y pájaros, parejas desparejas. ¡Me gustaría tanto que viniera a Merano! Hace poco me hablaba usted, en una carta, de atmósfera irrespirable. La imagen y el sentido están muy próximos en ese caso y ambos podrían mejorar un poco aquí. Con los más afectuosos saludos

Suyo, F. Kafka

Hill of Freedom es una película que se hace a medida que unas cartas se leen. Las envió Mori, un japonés de vacaciones en Seúl, vacaciones que en realidad sirven de excusa perfecta para llevar a cabo una misión secreta: encontrarse con esa mujer a la que aún ama, Kwon. Pero Kwon no está donde él la dejó, se encuentra más bien en una fuga inesperada, inhallable. Como en toda película de Hong Sang-soo, el tiempo, ese enemigo que siempre sale victorioso, parece entrar en una calma momentánea en la que su acción corrosiva pasa a funcionar sin el peso habitual. Quizás esa sea otra de las misiones secretas de Mori, quien lleva como si de un amuleto se tratase un libro titulado Tiempo: romperlo, volverlo obsoleto o maleable cual plastilina y asi transformar al pasado-presente-futuro de su vida en una hoja cuya única palabra escrita sea “Kwon”.

Tiempo. Esa parece ser la principal preocupación de Hong Sang-soo (¿no es la de todos?), quien desde hace ya algunas cuantas películas viene probando diversos modos de trastocar la temporalidad realizando películas que sirven como ejercicios en torno al tiempo narrativo con personajes que van y vienen una y otra vez sobre mismas situaciones, ensimismados en momentos de los que no quieren fugarse, haciendo primero todo bien y después todo mal o bien tratando de resguardarlo viviéndolo desde todos los puntos de vista posibles. Hill of Freedom es, en ese sentido, otro intento por ver de qué manera se puede recobrar el tiempo perdido, utilizando la lógica de la correspondencia como motor narrativo. ¿Qué pasa entre que uno escribe una carta y otra persona la recibe? ¿Cuántas posibles vidas se pueden vivir entre un punto y el otro?

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2.

Las cartas de amor se contestan o se devuelven.

Te mando estas cartas porque fueron escritas para vos. ¿Estás bien?. Asi empieza, con estas palabras escritas en un pequeño papel amarillo (el mismo amarillo de los titulos, el tono perfecto para esta película de sentimientos en pantone), Hill of Freedom o la película de las cartas de Mori para Kwon.

Lo que sigue es la primera de una tanda de cartas que conforman la totalidad de Hill of Freedom, la primer película puramente epistolar de Hong Sang-soo, en la que todo lo que vemos es producto de esas cartas enviadas.

La primera de ellas dice:

Querida Kwon:

Estoy en un avión hacia Seúl. Voy a verte pronto. El avión ya está descendiendo y por la ventana puedo ver la tierra claramente. Y la luz del cielo es tan hermosa…No importa si te llego a ver o no. O si me aceptas o no. Simplemente tenía que venir. Pienso que me entenderás cuando me veas de nuevo. Kwon: tu eres la mejor persona que conozco. Eso es lo que se en este momento. Espero que estes bien y seas feliz.

Mori.

Y sigue:

Encontré una hostería cerca de tu casa. Esta muy muy cerca de tu casa. Serán unos cinco minutos a pie. Fui a tu casa pero no estabas. Asi que fui al café que queda cerca de tu casa, el de nombre japonés. Te gustaba el nombre, ¿te acordas? “La colina de la libertad”

Pero en un momento a Kwan las cartas se le caen. Desordenadas, comienza a leerlas azarosamente, sin preocuparse por entender o no eso que Mori le cuenta. Le alcanza con saber que él estuvo ahí, siguiendo sus pasos, esperándola pacientemente. El ritmo ilógico que activa la narración de ese desorden de palabras escritas pasa por situaciones que, vistas aisladas de sus efectos iniciales, parecen dar cuenta de unos días que se suceden entre el constante sueño y la realidad desesperante. No hay nada en la película que nos indique que eso que Mori le cuenta a Kwan mediante sus cartas haya sucedido realmente. Incluso el final, con toda su felicidad impensada, deviene en postal fantástica, la imágen de un deseo inalcanzable, acaso solo posible en sueños.

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Quizás la clave de todo esto se esconda en esa carta que Kwon no se percató de levantar y que quedó huérfana en una de las escaleras. ¿Qué palabras habrá escrito Mori en esa hoja? Su ausencia sólo puede traducirse en fantasía desorbitada, en deseo anhelado pero difícilmente realizado.

3.

Yace una esperanza en esa carta huérfana. La esperanza de poder entenderlo todo (¿para qué?), la esperanza de que Kwon no se haya perdido nada en realidad porque esa hoja olvidada es, de hecho, una hoja en blanco, destinada a ser escrita con las palabras de un porvenir. Existe en Hill of Freedom el plano de esa felicidad: ahí se van Kwon y Mori, finalmente reencontrados, caminando juntos hacia el horizonte y sobre la que Mori nos cuenta, casi a modo de posdata, que se fueron a vivir a Japón, que se casaron, que tuvieron dos hijos, una nena y un varón y que la nena es muy fuerte.

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Sin embargo, lo terrible de todo esto es que, al igual que todas las cosas, las cartas también tienen un final. Y se trata siempre de un final que trae consigo la vuelta a la realidad. La lectura de la carta tan deseada interrumpe el flujo de lo que acontece y lo sitúa a uno en un estado de suspensión momentáneo. Las palabras que allí leemos fueron escritas pensando en nosotros. Es un pequeño refugio de intimidad, un recreo donde existe el secreto. Es curioso que Mori decida escribirle cartas y no mandarle emails a Kwon. Curioso pero coherente con su personalidad sumamente frágil. Pareces un artista le va a decir uno en un momento y él no puede hacer más que ofenderse. Pero lo cierto es que si no nos concede esa semejanza al menos debería acordar con nosotros en que lo suyo son puras acciones de un romántico irremediable. En otro momento de bares y alcohol se manifestará en contra de los malvados de este mundo y en otro confesará que dejó su carrera como docente porque sus compañeros profesores le resultaban gente muy corrupta, además de que le gusta mirar árboles y flores y perderse en ellos por horas. Le tenes miedo a la vida y ver flores te reconforta, le dirá la dueña del hostel donde se hospeda cuando Mori le pregunta si entiende esa confesión que le está haciendo, como pidiéndole un poco de cordura, una seña que le permita creer que está hablando con una persona la que ese tipo de actos no le resultan del todo extraños. Hacia el final lo veremos directamente golpeado producto de una situación que desconocemos pero que intuimos que habrá tenido que ver con su deseo por enfrentar todo aquello que no puede tolerar. En definitiva: Mori es una buena persona y no podemos comprender qué es lo que salió mal con Kwon. Las cartas que le escribió tampoco nos ayudan a develar el origen del conflicto. Solo sabemos que ella estuvo (o más bien está, porque su salud se resquebraja cada vez más) enferma y que se fue de Seúl en búsqueda de algo que la ayude a sentirse mejor. Quizás Mori no entraba en esos planes, quizás fue él lo que la enfermó, quizás ese anillo de casada en su mano explique muchas de las cosas que no entendemos…

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4.

Time and time again I knew what I was doing and/ Time and time again I just made things worse

Pero algo sucede. En medio de las cartas que Kwon nos lee se nos aparece otra carta, algo más concreta, que no está dirigida a ella sino a Mori. El mensaje viene de parte de Youngsun, la joven dueña del café al que Mori tanto le gusta ir a recordar a su Kwon.

Querido Mori

Tenemos que hablar. Pensé en vos todo el día. Voy a estar en en café despues de las 10.30 PM. Si me queres ver como algo más que una amiga, vení. Voy a estar sola.

Youngsun.

Desesperado como está, Mori acude al encuentro y lo que sucede a partir de ahí es algo que debería omitir de sus cartas a Kwon pero si lo vemos es porque está escrito en ellas y porque para esta altura ya sabemos que su corazón es demasiado honesto como para siquiera considerar omitir el más trivial de los eventos. Uno podría pensar que si acaso existía la posibilidad de un encuentro entre Mori y Kwon, que esas benditas cartas hayan logrado algún efecto, el solo hecho de leer sobre los amorosos episodios entre Mori y Youngson echaría por tierra tal oportunidad. Sin embargo, al finalizar con las misivas de su amor, Kwon sale del bar “Hill of Freedom” y se va rumbo al hostel que sirvió de breve universo para las aventuras de Mori durante la espera. Ahora, el tiempo es presente y todo lo que vemos ya no se corresponde a ningún tipo de flashback epistolar: es el ahora, el ya, el tiempo no fijado pero que busca irremediablemente convertirse en un futuro brillante y, tal vez, en un pasado que no duela recordar.

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P.D:

¿Será que todas las películas de Hong son en algún punto cartas que el azar desordena? Como fieles espectadores de su cine sabemos que cada una de sus películas se nos presentan como un pequeño cúmulo de secretos, una serie de banalidades tremendamente trascendentes, un amontonamiento de relatos que nos dejan siempre en el exacto punto donde habían comenzado, sabiendo que el verdadero placer de recibirlas se encuentra en ese lapso de tiempo preciado que va entre romper el sobre, leer la carta y volver a hacer todo de nuevo.

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