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Il Cinema Ritrovato 2023 (06) – Arrivederci, Kitty Darling (fin de la retrospectiva a Rouben Mamoulian)

En esta última entrega del día a día del Cinema Ritrovato, Nicolás Auguer piensa en la retrospectiva de Rouben Maoumulian que termina con la proyección de su primera película, lo que hace pensar en la evolución (o mejor, involución) de un estilo. Mientras tanto sigue la preventa de nuestro último número en papel.

Por Nicolás Auger

Applause (1929) ha sido la película escogida para despedir la retrospectiva de Rouben Mamoulian en el octavo día del festival. En realidad, esta película es el debut del director armenio, y verla como clausura del ciclo nos ha permitido recuperar aquel atrevimiento que echábamos de menos de sus primeras películas (City streets, Love Me Tonight, Dr. Jekyll and Mr. Hide). Ya que en contraste con la oleada de ideas visuales y sonoras que proponían sus talkies tempranos, los demás de Mamoulian que hemos visto en el festival (Golden Boy, Song of Songs, Queen Christina, We Live Again…) no han sabido sobreponerse a las formas de Hollywood y destacar como obras independientes.

No es que esto sea un giro desafortunado -¿cuántas maravillosas películas se han abierto paso entre las zarzas de Hollywood?-, pero cuando hay una fábrica manufacturando films, una forma y un acabado reconocibles pueden terminar imponiéndose a la propia esencia de la obra. No fue el caso de Applause, que parece intuir esa misma corrupción del mundo del espectáculo desde su propio cartel: “She gave youth and beauty for applause”. 

En medio de una representación de Broadway, Kitty Darling, estrella de burlesque interpretada por Helen Morgan, da a luz a April. Una vez terminada la función, todas las bailarinas acuden a su camerino y rodean a la recién nacida, y en un plano desde la perspectiva del bebé, vemos amontonadas las caras emperifolladas de la troupe observando al nuevo miembro de su familia. Este es el barroco mundo de Kitty, que encontrará su contrario cuando April crezca y, con el fin de ser educada lejos de los escenarios, sea internada en un convento de monjas. 

Unos años después, cuando Broadway ya pesa demasiado sobre los hombros de Kitty, su amante, Hitch Nelson, la convence para que saque a April del internado y la ponga a trabajar en el mundo del espectáculo. Esta conversación sucede en la desordenada habitación de hotel donde vive la pareja, y mientras Kitty escucha sentada el prospecto de un futuro brillante para la joven April -que ya ha cumplido diecisiete-, Hitch solamente es una sombra que gesticula sobre la pared. No será la única vez en la película que veamos personajes del burlesque representados como sombras sobre las protagonistas, que amenazan con oscurecer su integridad.

Mientras tanto, April abandona el convento en un día espléndido. Las monjas avanzan como flotando por los jardines del convento, acariciadas por el sol y la brisa que hace revolotear suavemente sus hábitos, igual que los cisnes que surcan el agua de los estanques. Como un martillazo, esta placidez es interrumpida por el ajetreo y la amenazante estructura de hierro de la estación de Nueva York, grabada al natural y no en los estudios de Hollywood, como otros escenarios de la ciudad. Nada más llegar al hotel, Kitty es invitada a ver a su madre actuando en un gran teatro. La representación es la gota que colma el vaso: con horror, April se da cuenta de que ha aterrizado en un mundo totalmente opuesto al suyo. Esta sociedad del burlesque es capturada en una frenética descarga de primeros planos que ya habíamos visto en otras películas del director armenio (el público del boxeo en Golden Boy o los gángsters de City Streets), que muestran los espectadores, las bailarinas y los músicos luciendo unas expresiones a caballo entre la lascivia y el hastío. 

A partir de aquí, la sólida estructura de actos planteada por Mamoulian, que viene del mundo del teatro y la ópera, hace su trabajo desencadenando una crisis en April. Los productores de Broadway, retratados en sus despachos donde solo hay puros y piernas femeninas sobre la mesa, quieren sustituir a Kitty por alguien más joven. Hitch aprovecha esta oportunidad para arrinconar a April y convertirla en la potencial sustituta de su madre -incluso en términos sexuales-, que a estas alturas ya está abocada a un precipicio de cócteles y somníferos. 

Como un rayo de luz aparece Tony, un joven marino que se enamora de April y que le ofrece la posibilidad de casarse y abandonar Nueva York. Sin embargo, pronto el destino de los enamorados es ensombrecido por un rugiente avión que los sobrevuela en el momento de la propuesta en la azotea de un rascacielos; y después, cuando nuevamente hablan del futuro, las sombras de los bailarines se proyectan alrededor de su mesa arrinconada contra la pared. Todas estas señales anticipan la decisión que April deberá tomar entre el mundo conyugal y el mundo de Broadway.

Como una ironía trágica, Applause parece anticipar la fuerza destructora que Hollywood ejercerá sobre las futuras películas de Mamoulian. Tal vez, rodar en los exteriores de Nueva York sea un gesto reivindicativo para escapar de la opresión de los estudios, gesto reincidente en los paisajes rurales de la maravillosa Love me tonight. Pero sobre todo es la mirada ambigua sobre el mundo del espectáculo lo que eleva a Applause sobre sus otras películas más tardías. Este film no retrata Broadway como un mundo solamente compuesto de sombras, sino también de figuras como Kitty Darling, que a pesar de su destino trágico iluminan nuestra monótona existencia. 

Es algo que está implícito desde los primeros planos de la película, que arranca con unas calles inanimadas y polvorientas de una ciudad anónima. Al poco, aparece un perrito que persigue un cartel arrastrado por el viento. El cartel trepa por una pared y deja ver el dibujo de una estrella de burlesque, subrayado por las siguientes palabras: “Kitty Darling, queen of hearts, and her gaiety girls. Monstruos parade”. El perrito atrapa el cartel y lo mordisquea mientras va creciendo la música de una orquesta lejana. De las puertas cerradas empiezan a salir niños que echan a correr en la misma dirección, más perros y finalmente hombres y mujeres que se unen a la estampida sin ningún decoro. Todos llegan a una calle donde se amontonan para ver algo que queda fuera de plano; a estas alturas la orquesta ya suena a todo trapo. Corte al desfile de Kitty Darling, de los payasos, de las bailarinas y de la Zenith Band, todos recibidos por los ciudadanos con la misma intensidad con que se recibe a unos héroes.

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