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Ciclo de verano (06) – Horrores más allá de la mera violencia: sobre Schalcken the Painter

LA FUNCIÓN DE SCHALCKEN THE PAINTER EMPIEZA HOY 27/02 A LAS 19HS EN ESTE LINK.

Por Graham Swon

La mayoría de las obras de arte desaparecen en los márgenes, sin ser mencionadas en los libros de historia y olvidadas excepto, quizás, por los devotos estudiosos y conocedores de un determinado género o época. Aparte de la calidad de la obra, hay muchas razones para ello: tal vez nunca se le dio la publicidad adecuada, tal vez se produjo en el momento y el lugar equivocados, o por alguna razón se la ocultó de la vista. Sin embargo, ¿podría esa oscuridad ser a veces una ventaja estética, en lugar de un obstáculo? ¿Podría una obra desconocida, de un artista desconocido, impresionar al espectador con su propia fuerza en lugar de su reputación? ¿Podría haber más para ver en la oscuridad que en la luz?

Schalcken the Painter, de Leslie Megahey, es una película de terror de 68 minutos producida y emitida por la BBC el 23 de diciembre de 1979. Cuenta la historia, aparentemente real, del otrora renombrado pintor holandés del siglo XVII Godfried Schalcken y las espeluznantes circunstancias que llevaron a la creación de uno de sus cuadros. Una serie de cuadros de Schalcken pasa flotando ante nuestros ojos. Un parco narrador nos cuenta brevemente la vida y el estilo de este pintor, y luego se concentra en un misterioso cuadro suyo: el de una mujer sonriente sosteniendo una vela en una cámara oscura, una cama a un lado con la mano de una extraña figura que parece estar hecha de niebla, y al fondo un hombre que parece estar sacando una espada de su vaina.

La historia que se nos cuenta gira en torno al joven Schalcken, a su maestro Gerrit Dou, a la sobrina de Dou, Rose (a la que Schalcken ama), y a un extraño hombre de rostro gris llamado Vanderhausen, que ofrece una inmensa suma de dinero por la mano de Rose, propuesta que, lamentablemente para todos, es aceptada. A lo largo de Schalcken the Painter, el espectador tiene la sensación de saber a dónde va; que se trata de un escenario, a la vez horrible y de algún modo sobrenatural, que ha sido decidido desde un principio. La película no se centra en crear sorpresa, sino que lleva al espectador de forma constante a un espacio sombrío y desconcertante, y finalmente a una percepción de males más reales que sobrenaturales.

La película en 16mm de Megahey está rodada en marrones oscuros, negros profundos y colores intensos; realmente parece haber sido realizada en óleo en lugar de celuloide. Una tonalidad amarilla envuelve la imagen, como si estuviera envejecida por el tiempo. Cada fotograma está compuesto para que parezca un cuadro clásico holandés o un fragmento de uno; a veces la cámara está fijada en un trípode, y otras flota en un primer plano a mano, imitando la experiencia de un ojo que recorre un lienzo. En manos menos hábiles, este enfoque podría parecer amanerado o abrumador. El hecho de que la imagen esté siempre en armonía con la historia, sin que parezca arbitraria o desconectada de la narración, es un inmenso testimonio de las habilidades de Megahey. A pesar de contar con los recursos modestos de una producción televisiva, su aspecto es tan exuberante y controlado como el de una película como Barry Lyndon.

Godfried Schalcken fue, de hecho, un hombre real, un pintor de cierto renombre en su época, aunque quizás no sea mucho más que una nota a pie de página ahora. Tal vez haya visto de pasada su lúgubre Céfalo y Procris (c. 1680), que cuelga en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, o alguno de sus muchos cuadros pequeños a la luz de las velas, reproducido como ejemplo de los primeros usos de la iluminación artificial. Trabajó cerca del final de la Edad de Oro de la pintura holandesa, décadas después del periodo de mayor esplendor dominado en la imaginación del público por Rembrandt y Vermeer. Sin embargo, su obra tiene algo extraordinario y tiende a quedarse en la mente después de haberla visto. Sin duda, causó una impresión indeleble en la mente de Sheridan Le Fanu, el escritor victoriano de horrores y misterios góticos que publicó por primera vez su relato “Schalken, el pintor” en 1839, proporcionando el material de partida para esta notable película. Le Fanu fue uno de los principales progenitores de lo que podría denominarse terror indirecto, en el que lo que es terrible o aterrador del relato se deja implícito, fuera de la página, sólo aludido en lugar de mostrado.

Schalcken the Painter contiene muchas películas en su escasa duración: una historia clásica de fantasmas, un detallado documental sobre las técnicas clásicas de pintura y una crítica social mordaz tanto del sexismo como del capitalismo. Megahey se mantiene bastante cerca del esquema básico del cuento de Le Fanu, utilizando incluso grandes cantidades de diálogos textuales del mismo, pero lo amplía de varias maneras notables, recogiendo hilos temáticos que son ligeros en la historia pero que se vuelven dominantes en la pantalla.

Los elementos de falso documental de Schalcken son más importantes de lo que podría parecer a primera vista, y van mucho más allá de una mera parodia del género. Aunque los detalles de la vida del pintor (y, de hecho, del cuadro principal del que se habla) son ficticios, están dotados de un sentido de realidad. Las técnicas de un pintor holandés de la época se muestran con meticuloso detalle: modelos vivos, bodegones, modos de iluminación, uso de materiales, cada uno de ellos fotografiado y entretejido en la narración sin fisuras, proporcionando una de las mejores visiones de la manera y el entorno de este periodo de la pintura jamás llevada al cine.

Aunque Schalcken the Painter es, en apariencia, un simple cuento de fantasmas, se toma el mundo que le rodea muy en serio, y aprovecha todas las oportunidades para profundizar en su comprensión. Megahey se interesa especialmente por la relación entre la belleza y el capital. Los personajes y la cámara analizan el dinero de forma obsesiva. Dou y Schalcken, los dos artistas a los que vemos, están obsesionados con el éxito financiero y la forma en que éste puede aportarles poder y estatus; queda muy claro que el beneficio es la principal razón por la que ambos se interesan por la pintura. Vanderhausen representa la fuerza vampírica de la riqueza; es capaz de obtener la mano de Rose en matrimonio con una vieja y oxidada caja de dinero, y a pesar de que Dou y Schalcken consideran que se trata de un acto monstruoso, ninguno parece ver otra alternativa a la entrega de la chica. (Viendo estas escenas, es difícil ignorar que el origen del capitalismo de mercado moderno se desarrolló en los Países Bajos durante este periodo).

Las mujeres que vemos son todas prisioneras; no sólo Rose, que es literalmente prisionera de Vanderhausen, sino las numerosas sirvientas, modelos y cortesanas que interactúan con Schalcken a lo largo de la película. Entran y salen del encuadre, permaneciendo al fondo como en un cuadro holandés. A pocas se les da un nombre y ninguna posee una historia de fondo o espacio para desarrollar una personalidad individual. Schalcken no las trata de forma diferente a como lo haría con el cadáver de un conejo en uno de sus bodegones: son accesorios o trofeos que existen para aumentar el estatus y el placer de los hombres ensimismados que dominan la narración. Al final, Vanderhausen ya no parece el villano central, sino el propio Schalcken, que no cumple ni siquiera el deseo expresado por el objeto de su afecto: “No me dejes sola”.

El horror de Schalcken the Painter es en gran medida del tipo espeluznante y desconcertante: la horrible amenaza de algo, una incomodidad furtiva que se extiende a lo largo de la rápida duración de la película. Cumple maravillosamente con el horror indirecto de Le Fanu. No hay violencia visible, y el único acto brutal tiene lugar detrás de una puerta cerrada repentinamente con llave. El momento más terrorífico se anuncia al espectador en el cuadro que vemos al principio de la película. Es la luz tenue y parpadeante de una vela que ilumina el rostro sonriente de una mujer que camina hacia atrás, haciéndole señas a Schalcken –y a nosotros– para que la sigamos hacia el interior de una cámara oscura. Lo que podría parecer una imagen fatigada y típica adquiere una fuerza demoledora.

Al ver Schalcken, el pintor ahora, me pregunto por qué es una película tan poco discutida. Tal vez su pedigrí televisivo la condenó; tal vez el hecho de que sólo se emitiera en la BBC dos veces, antes de caer en un estado inaccesible en el que durante décadas sólo pudo verse en cintas VHS piratas (que seguramente no hacían justicia a sus exuberantes imágenes). Tal vez sea demasiado lenta y sus terrores demasiado delicados para la mayoría de los aficionados al género, mientras que es una película de terror demasiado grande para contar con la aprobación de los críticos de arte y ensayo. Sean cuales sean las razones, ahora se la puede encontrar fácilmente en DVD y Blu-ray, y le recomiendo que le dedique su tiempo. No hay ni una gota de sangre en pantalla, y no hace falta que la haya: Schalcken the Painter se enfrenta a horrores mucho más allá de la mera violencia.

Publicado originalmente en Talkhouse el 29 de Octubre de 2020.

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