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BAFICI 2016 (3) -Implantación / Solar

Por Lucas Granero

Venimos un poco retrasados con la escritura de estas crónicas. Sabrán entender: el viernes tuvimos el estreno de Implantación, la película de Lucía, Fermín y Sol y todavía estamos de festejo. Sé que queda mal decirlo en este contexto de tanta cercanía con los realizadores pero lo cierto es que Implantación me gusta mucho y verla en pantalla grande solo aumentó ese cariño. La sensación que queda es la del feliz encuentro entre dos comunidades bien distintas una de la otra cuyo resultado es la existencia de esta película. Una comunidad cinematográfica, con sus propios hábitos y métodos de acción y otra, la de los habitantes de ese territorio infinito que es Lugano 1 y 2 y todas sus posibles historias de las que la película solo toma algunas pero que se intuyen infinitas, replicadas como están en esas mil y un ventanas que son vidas, cotidianidades hechas de pasado y futuro, como bien lo indican sus dos protagonistas casi excluyentes: el edificio mismo, con su pasado expuesto a través de un material de archivo muy rico en sus posibles resonancias y los niños, en quienes recae el deber de seguir apropiándose de ese espacio de todas las maneras que les sean posibles.

Pasado, presente y futuro. Si bien todavía nos faltan ver bastantes, la sensación es que la gran mayoría de las películas que conforman la competencia argentina exploran diversas formas de conjunción entre éstos tres tiempos. Solar, la opera prima de Manuel Abramovich, se centra en el presente de Flavio Cabobianco quien en 1991 editó a sus diez años de edad “Vengo del Sol”, una especie de libro autobiográfico mezclado con algo de autoayuda en el que relata sus recuerdos de una vida pasada y la misión que debe emprender en ésta, su vida en la tierra. Las certezas aquí son un elemento ausente y lo que reina es un constante estado de incertidumbre que Abramovich no esconde nunca, a punto tal que más que un documental sobre Cabobianco Solar se transforma en un estudio sobre cómo poner en escena a una persona. No son pocas las veces en las que el propio Cabobianco habla sobre los problemas inherentes al punto de vista, acaso el tema central de todo documental que se precie de tal, y bajo ese conflicto en torno al sujeto que mira y el objeto que es observado subyacen las verdaderas intenciones de la película. Sobran los momentos en los cuales se pone de manifiesto lo difícil que se hace definir quién es el que tiene el control de lo que vemos. ¿Es esta la historia de Cabobianco o la historia que Abramovich quiere contar sobre Cabobianco? Hay una lucha de poderes que se establece entre director y persona (¿o personaje?), una tensión en eterno crecimiento que solo se aplaca gracias a la excentricidad de Cabobianco, cuya grandilocuencia impregna todo de una extraña gracia. Pero acaso el verdadero tema de Solar sea aquel donde todos estos puntos convergen: la manipulación. Del mismo modo en que Cabobianco y Abramovich se disputan el mando de la película intercambiando infinitamente sus posiciones de uno al otro lado de la cámara, algo de esa misma simpatía por la manipulación se traslada al ámbito familiar en donde la mamá y hermano Cabobianco exponen sus ideas en torno al verdadero origen del libro del cual Flavio prepara una reedición que nunca llega. ¿Quién fue el verdadero autor del libro? En una de las pocas escenas de verdadera intimidad familiar que Abramovich logra conseguir, esta pregunta se pone sobre la mesa y un nuevo cuestionamiento se suma a la pila. La madre, esa persona de la que poco y nada sabemos, aparece como una poderosa sombra de la que ambos hermanos no pueden nunca terminar de escapar.

Persiguiendo esta historia por más de cinco años, Abramovich, cansado, busca darle una conclusión a esta suma de capas y capas que a su vez se reflejan en un juego de espejos interminables. Algo de esa extenuación afecta al resultado final de la película, quedando casi ahogada en un mar de incertidumbres que crece sin demasiadas variaciones. Es que en Solar el presente depende siempre del pasado y este aún está repleto de malezas que no permiten concebir un futuro preciso.

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Quizás me esté apresurando, pero esa misma sensación se percibe en esta edición del BAFICI. Películas del pasado a las que renuevan ahora convertidas en gifs, películas del presente que buscan respuestas en el pasado, ¿películas del futuro que miren al futuro, llegarán alguna vez? El espacio está. Sólo hace falta que nos apropiemos de él. Esperemos.

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